diumenge, 3 de març del 2013

Peor que nunca.

Todos los datos económicos de 2012, el primer año íntegro de Rajoy en el gobierno, han ido a peor. Si la herencia recibida de Zapatero era mala -como ha aducido machaconamente el PP- la gestión de la derecha con mayoría absoluta la ha hecho buena. Ya quisiéramos hoy estar como en 2011, cuando había 600.000 parados menos, el déficit era del 9% del PIB y no del 10% como ahora, el crecimiento era positivo (de un 0,4%) en lugar de negativo (-1,4%) y el consumo final aún crecía (+ 1,2%) en lugar de decrecer (- 1%). Incumpliendo todo su programa electoral y aplicando uno contrario (o sea, como dice Rajoy, cumpliendo con su deber), el gobierno ha empeorado la situación en todos los frentes y ha hundido el país en la depresión más de lo que ya estaba.

Eso en lo económico. En lo político, la situación es calamitosa. El prestigio de las instituciones está bajo mínimos (excepción hecha del poder judicial, único baluarte en pie del Estado del derecho) y el de los partidos y los políticos que las gestionan bajo mínimos de los mínimos. La corrupción se ha enseñoreado del conjunto de la vida social: los políticos (fundamentalmente del PP, incluido el presidente del gobierno), muchos empresarios y hasta allegados a la Casa Real están presuntamente inmersos en oscuras tramas delictivas en las que se apalean millones de euros mientras la ciudadanía pasa necesidades y no figuradas, sino bien reales: desahucios a miles, empobrecimiento general, emigración forzosa, cantidad creciente de suicidios. Para tapar todo lo cual el gobierno y sus medios -que son muchos pues incluyen los públicos- recurren a la mentira de forma tan sistemática que han perdido todo su crédito. Así, el penúltimo embuste de Rajoy, el del déficit al 6,7% del PIB (en donde se escamotea el adicional 3,3% del rescate de la banca, que sí se contabilizaba en el cálculo de la era Zapatero) ya no produce ni escándalo. Todo el mundo da por supuesto que Rajoy no habla y, cuando habla, miente.

La sociedad está reaccionando con una movilización sostenida, intensa y muy numerosa. Las mareas -ahora extendidas también a Portugal- mantienen un clima de conflicto social que, a pesar de su carácter pacífico, a veces toma aires violentos. Pero no por la predisposición de los manifestantes sino, habitualmente, por la actividad provocadora de la policía. Porque, junto a la mentira sistemática, el otro medio de que se vale el gobierno para hacer frente a las oleadas sucesivas de indignación ciudadana es la represión con hostigamientos policiales, detenciones arbitrarias, montajes acusatorios, cargas indiscriminadas y una continua criminalización de las acciones de protesta.

La mentira y la represión pueden contener de momento la ira de la ciudadanía, pero no frenar el deterioro de las instituciones. Un ochenta por ciento de los votantes del PP cree que Bárcenas chantajea al PP y, en concreto, a Mariano Rajoy. En ningún país del mundo se toleraría un gobierno cuyo presidente esté sometido al chantaje de un presunto delincuente. En verdad es una situación límite que, sin embargo, no parece afectar a Rajoy, cuyo pundonor no es vigoroso, razón por la cual no piensa en dimitir para bochorno de toda la ciudadania. La corrupción Bárcenas/Gürtel, pues ahora empiezan a unirse procesalmente, no es un caso aislado, ni una excepción, ni un accidente. Parece ser una norma de comportamiento del PP que este traslada a las instituciones; es una corrupción estructural. No es posible gobernar en estas circunstancias y lo que el gobierno debería hacer sería dimitir y convocar nuevas elecciones para que, ahora sí, con suficientemente información, el electorado pueda decidirse con conocimiento de causa. No engañado, como lo fue en las elecciones de 2011.

Pero pinta mal para elecciones. Según los datos de Metroscopia en El País de hoy la intención de voto es del 24,3% para el PP y del 23,1 para el PSOE. Cantidades raquíticas. El PP pierde veinte puntos con respecto al resultado de 2011 y el PSOE, agarrénse, cinco y medio y eso que su resultado de 2011 era el peor de su historia reciente. Entre los dos suman el 47,4% del voto, no llegan al 50%, tambièn la más baja de la historia, que muestra una media del 75,1% de 1982 a 2011. Ignoro si esto anuncia un fin del llamado bipartidismo o solo es muestra del hartazgo de la ciudadanía con los dos partidos dinásticos.

Aparentemente, la situación no tiene salida. Pero la política consiste en encontrar la salida a situaciones que no la tienen, solución a problemas que parecen irresolubles. Claro que para eso hacen falta políticos. No burócratas.