Recientemente he visto en Twitter algunos tuits en los que González Pons sostiene que el PSOE es imprescindible para la estabilidad política del Reino y deseando que se recupere pronto porque, creo haberle entendido, si el PSOE desfallece se hace oír la extrema izquierda. Parecen juicios acertados desde un punto de vista conservador y probablemente son sinceros porque, cuando no habla como portavoz del PP, González Pons dice cosas atinadas y muestra tener sentido del humor y hasta poético.
Imprescindible en la vida no hay nada y, por muy necesario que el PSOE sea a la celebrada estabilidad, si se obstina en inmolarse, no habrá modo de evitarlo. Y tampoco será tan grave. Los partidos aparecen y desaparecen. En su lugar probablemente aparecerá otro muy parecido, socialista, reformista, moderado, democrático. Es muy difícil que la llamada extrema izquierda (concepto intuitivo muy poco preciso) llegue a ser un movimiento de masas o una mayoría electoral. Hay una tendencia política muy evidente: cuanto más radical es una posición política, más reducido el número de sus adherentes y menor su impacto social. Por supuesto, hay excepciones, Rusia, China, Cuba, las tres grandes revoluciones del siglo XX. Pero la tendencia general es la otra.
El propio PSOE vive una conmoción interna sobre todo a raíz del fracaso de las últimas elecciones. La peripecia de un Rubalcaba desaparecido y reaparecido 72 horas después de la fiesta a decir que no se iba, niega en sí misma el discurso oficial de la dirección: aquí no pasa nada; es un ciclo electoral; nos repondremos; llegaremos al 2016 en plena forma; dejadnos tiempo; no se tomó Zamora en una hora; hay que cambiar el discurso; necesitamos formular una alternativa creíble; lo cual no se improvisa.
Todo eso de la alternativa, el discurso, la renovación y sus acompañamientos hiperbólicos de conquistar el futuro, realizar el sueño, etc son fórmulas ampulosas y vacías para designar lo que antaño se llamaba una causa, tener una causa y luchar por ella. Ahí está la dificultad. ¿Cuál es hoy la causa del socialismo? Remitirse a los programas añejos no es verosímil porque además estos son incomprensibles actualmente. Definirse a contrario, como viene haciéndose últimamente, no conduce a nada por falta de propuestas positivas. Es un error que comete también parte de la izquierda radical. Definirse en negativo, como anticapitalista, carece de sentido. Anticapitalista es mucha gente de la más diversa procedencia que luego no estará de acuerdo en la organización que se proponga como alternativa.
El programa tiene que ser nuevo, preciso, claro, que pueda explicarse a la gente. Tiene que empezar por reconocer que no hay nada con qué sustituir el capitalismo y que la lucha es por un capitalismo regulado e intervenido frente al postulado del capitalismo salvaje, desregulado que propone el neoliberalismo y la dictadura de los mercados. Demostrar la superioridad de lo primero sobre lo segundo es hoy especialmente fácil a la vista del rotundo fracaso cosechado por el neoliberalismo en forma de la crisis estructural del capitalismo que ha provocado.
La intervención y la regulación del capitalismo, habrán de hacerse de acuerdo con las condiciones actuales y aprovechando la experiencia de la crisis en punto a ciertas enseñanzas como la importancia de la productividad. Su finalidad es restablecer y ampliar el grado de justicia social que se había conseguido con el Estado del bienestar y que el neoliberalismo está desmantelando. La finalidad, obviamente, es el restablecimiento del Estado del bienestar en su conjunto, con la recuperación de los derechos económicos y sociales que se han ido suprimiendo en los últimos años. Y ello teniendo presentes las enseñanzas de las obvias disfunciones de los Estados del bienestar. Pero recordando asimismo que la visión del bienestar como mero gasto improductivo es una opinión ideológica y sesgada de la derecha ya que el bienestar es en su mayor parte inversión y muy rentable, incluso el referido a las clases pasivas, que es fuente de empleo.
La propuesta de intervención y regulación ha de hacerse en el marco real de las condiciones de la crisis. Y su primer punto será que allí en donde se haya empleado dinero público para el rescate y saneamiento de entidas especialmente financieras, la presencia del Estado debe ser acorde con la aportación; es decir, debe haber un sector financiero bajo influencia pública si no directamente público. Las políticas expansivas destinadas a generar empleo se financiarán por la vía fiscal, haciendo tributar la parte proporcionalemte correspondiente a las grandes fortunas y, desde luego a todas las grandes empresas y reprimiendo con eficacia el fraude fiscal persiguiéndolo allí en donde se produce, en las grandes fortunas.
Estos son los datos económicos y sociales de la causa del socialismo: un capitalismo intervenido por los poderes públicos, orientado al pleno empleo, la recuperación de unas relaciones laborales justas y eficacia de los derechos a la educación pública gratuita y la sanidad en iguales términos. Además de ellos, la causa socialista debe incorporar un pronunciamiento claro de izquierda sobre la organización territorial del Estado. La propuesta federal está bien, pero debe completarse, a juicio de Palinuro, con el reconocimiento del derecho de las naciones dentro del Estado a la libre determinación. La planta federal es difícilmente compatible con la Monarquía, de forma que la causa socialista sea netamente republicana, con reclamación de un referéndum para decidir esta siempre postergada cuestión. Por último, debe acometerse de una vez la separación real de la iglesia y el Estado.
Así que la causa socialista es un capitalismo regulado e intervenido en pro de un Estado del bienestar igualitario y redistributivo con un fuerte sector público hecho de servicios, republicano, federal, autodeterminista y laico.
Habrá quien diga que la causa es radical, pero no es cierto; es una causa reformista, pero clara y viable. También habrá quien diga que, sea lo que sea, no es el momento. Lo llevamos oyendo más de treinta años a propósito de la disyuntiva Monarquía República. Unas veces porque las cosas van bien y otras porque van mal. Precisamente ahora que van rematadamente mal, que el edificio político, económico, social y territorial de la transición amenaza con derrumbarse, quizá sea momento de acometer reformas en profundidad.
(La imagen es una captura de un vídeo del PSOE para las elecciones de 20N 2011, colgado en You Tube).