Casi un año de gobierno del PP con mayoría absoluta en el Congreso dedicado en realidad a marear la perdiz con el rescate de las finanzas públicas españolas. Rajoy había asegurado en repetidas ocasiones de modo tajante que España no necesitaba rescate, que nadie pediría rescate. Y esto no antes de las elecciones, con lo que se podría meter en el popurrí de embustes que contó para ganarlas, sino siendo ya presidente del gobierno. Lo afirmó él varias veces y lo repitieron sus ministros hasta desgañitarse: nada de rescate para España; España no necesitaba rescate. A coro lo seguían diciendo cuando se produjo el primero, el de los 100.000 millones. Porque, afirmaban, no era un rescate sino una línea de crédito, con esa capacidad de los políticos españoles de no llamar a las cosas por su nombre.
Así que el no-rescate lleva meses dando vueltas por Europa, montado en la prima de riesgo y en medio de los más abstrusos e incomprensibles debates sobre su naturaleza, sus condiciones, hasta sus cantidades. Han terciado personalidades e instituciones de todo tipo, diciendo las cosas más extremas desde que aquí no pasa nada y España cumplirá sus compromisos, hasta que el país debe salirse del euro a toda máquina antes de que haya una catástrofe. Y eso bajo un verdadero diluvio de cifras contradictorias, porcentajes variables, auditorías cuestionadas y cientos de economistas y políticos soltando pronósticos que no llegan al final de la jornada.
En este desconcierto general la figura del presidente del gobierno, ausente de la política interior y mero juguete de fuerzas que no controla ni comprende en la exterior, se ha difuminado hasta la inexistencia. Lo único que ha quedado claro es que está dispuesto a hacer lo que sea en recortes, ir incluso más allá de lo que esperaba la Comisión Europea (como ella misma ha dicho), tragarse todas sus promesas electorales, incluida la de los pensionistas, a cambio de que no haya rescate.
¡Ah, el orgullo español! exclaman los europeos, acordándose de Felipe II No darán su brazo a torcer. Claro, Rajoy no quiere. Tras haber sacrificado todo su programa electoral -si es que existió alguna vez fuera de aquellas promesas que jamás cumpliría- no puede aceptar el trágala del rescate. Pero, en lugar de decir "no", ha ido dando largas, pidiendo tiempo, diciendo que quería antes conocer esto o aquello y que no debe uno precipitarse. Y eso mientras sus ministros blandían el sable; no el sable real, que tambien en forma de porra, sino el sable figurado del sablista. El último sablazo se lo dieron a los pensionistas, quitándoles su fondo de reserva solo para decir a continuación que no hay dinero para actualizar las pensiones. Clama al cielo.
Rajoy contaba cuando menos con retrasar la petición que le obligaban a hacer a después de las elecciones gallegas. La petición de rescate se ve como un tremendo fracaso político, y lo es. Por lo menos, salvar el feudo gallego. Pero no le han dejado. Ayer se presentó en Madrid Olli Rehn, el vicepresidente y comisario de Asuntos Económicos de la Comisión Europea y los dos se vieron en La Moncloa con el gesto que fielmente refleja la foto de la propia Moncloa. Parecen dos deudos en un tanatorio. Pero La Moncloa, eficaz instrumento de propaganda del gobierno, enmarca la entrevista dentro de las conversaciones que el jefe del Ejecutivo viene manteniendo para impulsar el proyecto de integración europeo y plantear soluciones para la crisis de la zona euro. Maravilloso. Nadie ha hablado de rescate. Han hablado de la gran aportación de España al proyecto de integración europeo. ((Inter nos, ¿a que suena a tomadura de pelo?)). Nada de rescate, por favor. Cuando ya es público que España lo tiene todo preparado para pasar por las horcas caudinas de tener que pedirlo. Un fracaso político en toda línea. Tanto sacrificio extra para nada. Al final, hay que pedir el rescate.
Y no acaba aquí la humillación de Rajoy. Ahora ni pidiendo el rescate puede quedarse tranquilo porque los alemanes frenan la petición por razones de política interna suya, a un año de las elecciones legislativas, pues en el mundo no solo cuentan las elecciones gallegas. Así que, ahora, después de prepararlo todo, tiene que decir que no va a pedir el rescate... hasta que los alemanes le den el pertinente permiso. Hay en torno a la gestión de Rajoy un aura de claudicación e indignidad que tiene al país estupefacto, preguntándose si se será capaz de seguir como presidente del gobierno pero ahora como mero gestor de las políticas de la troika.
(La imagen es una foto de La Moncloa en el dominio público).