dijous, 13 de setembre del 2012

Cosas de lideresa o Führerin.

Por fortuna para él, los derechos de Uribetxebarria no dependen de Esperanza Aguirre. Si lo hicieran, el etarra perdería el de morirse en su casa que Aguirre le niega taxativamente y en discrepancia con la decisión de la Audiencia Nacional. Obviamente, la lideresa tiene una concepción de la justicia en la que esta es otro nombre para la venganza. No es muy elaborado, desde luego, pero corresponde al estilo político de la condesa, que es muy decidido y radical; muy de caudilla.
Aguirre no es una política convencional, tiene mucho temperamento, no se muerde la lengua y suele ser rápida en la respuesta con pulla incluida. Un momento de su intervención en el debate sobre el estado de la región, aquel en que recomienda al señor Gordo (Ángel Gordo, portavoz de IU) que se modere so pena de convertirse en el señor Gordillo, tiene gracia, aunque quizá ni Gordo ni Gordillo se la vean. Pero tiene tanbién la condesa un deje achulapado que, en unión con el carácter provocativo de muchas de sus medidas hace bastante desagradables sus comparecencias.
Ese descrédito permanente de lo público en beneficio de lo privado, ese cargar continuo contra los funcionarios, sean docentes o bomberos,  ese desprestigio sempiterno de la política son elementos de una típica concepción neoliberal que Aguirre asegura ser la suya y cuyo encaje con las costumbres democráticas es muy problemático. Y no solamente por la contradicción evidente de que sea una funcionaria y una política (y veterana, con más de 33 años en cargos de todo tipo) quien ataque a funcionarios y políticos, ya que eso es un problema de conciencia y decencia personal que resolverá como pueda, sino porque es parte de una acción política estratégica deliberada. La acción política de la la derecha extrema, consistente en destruir la esencia misma de la democracia desde dentro, utilizando sus mecanismos, para sustituirla por la nueva forma del fascismo autoritario y populista. Ayuda mucho a ello y, al mismo tiempo, pone de relieve la genealogía de la concepción neofascista de Aguirre el que esta conjugue su ultraliberalismo con el más rancio nacionalcatolicismo.
Los discursos frecuentemente espartanos de la lideresa la llevan a cargar siempre contra la "cultura de las subveciones" al tiempo que deja sin las suyas a los sindicatos, la patronal y cuantas organizaciones y quehaceres le parecen a ella prescindibles, que son muchas. Su provocación favorita en este ámbito es que se acabaron las mamandurrias que es de lo que ella tiene repleta su administración en donde en sus años de gobierno, se ha multiplicado por dos el número de asesores y altos cargos, o sea, de mamandurrias. Innecesario es decir que en donde hay mamandurrias, hay corrupción y que la administración de Aguirre es la más entreverada en la trama de la Gürtel y junto con la de Valencia, la que registra mayor nivel de corrupción del país. Corrupción que abarca todos los aspectos de la acción institucional, desde la adjudicación de licencias, a la financiación de las elecciones a través de opacas fundaciones. 
Sus recetas neoliberales, consistentes en privatizar todo lo rentable y descapitalizar los servicios públicos que tienen que prestar las instituciones se aplican a rajatabla desde hace años en la Comunidad de Madrid, en donde una población empobrecida tiene que aguantar unos servicios públicos cada vez más caros y de peor calidad pero muy bien vendidos desde el punto de vista de la publicidad.
El liberalismo de Aguirre es compatible con un control férreo de la televisión pública y un recurso sistemático a la censura en los medios audivisuales relegados a meros aparatos de agitprop, con los cual cumplen dos funciones: ser la caja de resonancia del gobierno y un lugar en el que se enchufa a toda suerte de deudos y amigos cuya función es cobrar suculentas pagas del erario público por mentir, tergiversar, cantar ditirambos a la lideresa/Führerin y denigrar a la opoción.
Uno de los temas preferidos de la panoplia de Aguirre es el de esa lucha denodada que dice estar librando desde hace años en contra del espíritu del 68 y de la pretensión de superioridad moral de la izquierda. Ambos objetivos, sorprendentes por lo demás, traicionan su  subconsciente envidioso. Su obsesión con el 68, sobre todo, ilustra muy bien sobre sus complejos porque solo los cantamañanas y zangolotinos de su calibre pueden exigir respeto al principio de autoridad porque sí; principio de autoridad que ellos mismos destrozan socavando la que tienen los diferentes estamentos cuando no acatan a ojos cerrados sus caprichos.
Su concepción patrimonial de la administración que  pone al servicio de los intereses privados de los suyos, su carencia de escrúpulos morales, su maximalismo ideológico, su falta de respeto a los derechos de los adversarios, su ignorancia de los límites de los usos democráticos, la imposición de sus creencias y manías personales como actos de gobierno, hacen que esta política sea, junto a Dolores Cospedal, destacada discípula suya, un buen ejemplo del autoritarismo de la derecha actual que solo se diferencia del fascismo en que tiene menos parafernalia militar.
(La imagen es una foto de PP Madrid, bajo licencia Creative Commons).