Según se disipan las sombras que suelen rodear los hechos y dichos de Rajoy vamos viendo qué hubo de verdad y qué de farol en la cumbre comunitaria del viernes y exactamente qué función le correspondió en ella, además de la del pintoresco español que no entiende nada pero habla demasiado alto. Aquella famosa reunión de dura negociación hasta la madrugada no concluyó con una victoria del eje hispano-italiano. Ni siquiera con la del italiano amenazando dimitir. Según los expertos acabó con otra victoria de Merkel pues las cosas siguen más o menos como estaban: no habrá eurobonos "mientras ella viva" y no se comprará deuda pública italiana o española, al menos de momento. Solo se admite la recapitalización directa de la banca pero sometida a vigilancia de un órgano especial de supervisión (o sea, la troika) y con unas contraprestaciones aún por determinar.
Aquí es donde los asesores de Rajoy, al parecer, insisten en que no haga declaraciones pues suelen irritar a los socios comunitarios. Se le autorizan y hasta sugieren proclamas solemnes siempre que sean vagarosas y no comprometan a nada. Así, dice Rajoy que el último Consejo Europeo ha dado una respuesta "clara y rotunda" al principal objetivo común de los Estados que es la "irreversibilidad de la moneda común", como si algo así estuviera a su alcance. Por eso, la página web de La Moncloa titula la información en términos victoriosos: El euro es el gran triunfador de este Consejo Europeo. Sin duda, gracias a la acción de Rajoy.
Por lo demás el presidente del gobierno sigue diciendo a quien quiere oírle que la línea de crédito no traerá contraprestaciones de ningún tipo, prueba palpable de que su contacto con la realidad es problemático o de que vive en un mundo de fantasía infantil en el cual las cosas no son como son sino como queremos que sean.
Hay algo más que su irrefrenable tendencia a la mentira en la actitud de Rajoy; está también su insospechada afición al aislamiento, la ocultación, la soledad casi cenobítica. Es como si padeciera agorafobia. Habla poco y, cuando lo hace, viene siendo de fútbol. Ese persistente silencio, ese no querer responder, ese negarse a comparecer, ese fiarlo todo ciegamente al futuro, delata una personalidad autoritaria, imbuida de un mesianismo ilusorio. Un caudillo, vamos, en una tierra pródiga en ellos. En fin.
(La imagen es una foto de La Moncloa en el dominio público).