Entre las varias cosas que Rajoy no tiene claras no es la menor la diferencia entre el partido, el gobierno y el Estado. Por no hablar de la que hay (o debiera haber) entre la iglesia y el Estado. El presidente no comparece en el Parlamento, suprime el debate sobre el estado de la Nación, no celebra ruedas de prensa ni responde preguntas, pero se va a Santiago de Compostela, al parecer a desagraviar al Apóstol o algo así y hace lo que entiende son importantes declaraciones en la sede de la FAES, la fundación del PP presidida por Aznar quien, a juzgar por la foto, es el que gobierna y da las órdenes ante el gesto pasmado de Rajoy. Este acababa de ponerse altisonante, como suele, advirtiendo desde Navacerrada a Bruselas de que se deben cumplir los compromisos a la voz de ya, justo en el momento en que Wolfgang Schäuble, el ministro alemán de Hacienda, decía que ese cumplimiento llevará un año más o menos.
De todas formas. el gabinete de comunicación de Rajoy debe pensarse con algo más de malicia qué fotos sube a la web de La Moncloa. Una imagen así destruye una reputación.
De todas formas. el gabinete de comunicación de Rajoy debe pensarse con algo más de malicia qué fotos sube a la web de La Moncloa. Una imagen así destruye una reputación.
Al grano de la Fábula de hace un año. Pues señor, es la cosa que hace algo menos de eso, un año, Rodríguez Zapatero arrojó la toalla y accedió a la exigencia de la oposición de adelantar las elecciones. Todo se le había puesto en contra. Los mercados lo tenían noqueado, la prensa de la derecha contraponía su evidente fracaso con la esperanza de un Rajoy repleto de ideas, planes y soluciones (el hecho de que el hombre hubiera perdido dos elecciones no parecía llamar la atención de nadie), las fortunas electorales venían siéndole contrarias. El empujón final lo dio un editorial de El País del 18 de julio (precisamente) titulado Final de ciclo en el que en un tono bastante perentorio (amparado en otro directamente conminatorio en un artículo de Cebrián el mismo día, titulado Esta insoportable levedad) se le exigían elecciones anticipadas. La situación era desesperada; España no podía más; su gobierno carecía de crédito internacional; era preciso dar paso a otro que restaurara la confianza. Hay párrafos de aquel editorial estremecedores: A la fecha nos encontramos con un país amenazado de ruina (atrapado en la vorágine de los mercados financieros desatada sobre Europa), sin perspectiva, con serios problemas de cohesión social y aun territorial, en el que cunde la desilusión entre los ciudadanos sin distinción de ideologías o de clase social.
El diagnóstico no podía ser más pesimista: la pérdida de confianza en la gestión de José Luis Rodríguez Zapatero parece irreversible y el creciente escepticismo sobre la gobernabilidad española en las circunstancias actuales amenaza con acrecentar nuestros males. La crisis no es solo económica, sino también, y acaso sobre todo, política.
Así que, lógicamente, ante este desastre, el diario terminaba con una nota épica: Si de verdad Rodríguez Zapatero quiere rendir un último servicio a su país, debe hacerlo abandonando el poder cuanto antes y reconociendo la urgencia de que nuestro Gobierno recupere la credibilidad perdida. Los españoles en su conjunto, y los votantes socialistas en particular, se lo agradecerán.
Se comprende que ante esta andanada, Zapatero se precipitara y cometiera el mayor error de su mandato, consistente en acceder a la exigencia del adversario que, como saben hasta los niños, es lo peor que cabe hacer en cualquier conflicto. Que fue el mayor error se demuestra con cifras. Veámoslas:
El país estaba al borde de la catástrofe con la prima de riesgo en 400 puntos básicos, el Ibex 35 cotizando en torno a 10.000, la tasa de desempleo en el 21,5 por ciento mientras que los ratings tanto del país como de las entidades financieras, sin ser excelentes, eran razonablemente buenos.
Un año más tarde, a siete meses de la sustitución del fracasado gobierno de Zapatero por el muy promisorio de Rajoy los datos son: la prima de riesgo está en 538 puntos básicos, el Ibex en torno a 6.800, la tasa de desempleo ha escalado al 24,4 por ciento y en cuanto a los ratings, el país entero cotiza al nivel del bono basura.
Es evidente que estamos mucho peor que hace un año. Los números cantan y todas las agorerías de El País hace un año pueden predicarse de este gobierno à bout de souffle del que nadie espera ya nada y menos que nadie, los socios europeos. Estamos en realidad muchísimo peor porque, al menos, hace un año, se presumía la existencia de una alternativa, una oposición con un programa y muchos deseos de llevarlo a la práctica. Ha resultado que era falso, un Hokus Pokus de Rajoy, pero ahora ya no hay ni alternativa ficticia. El PSOE se ha dado tal batacazo que aún no sabe en dónde está ni qué tipo de oposición debe hacer si es que quiere hacer oposición y no pedir un sabático.
Es muy duro que el aprendizaje de Rajoy del difícil arte de gobernar hayan de pagarlo nuestras costillas.
(La imagen es una foto de La Moncloa en el dominio público).