La derecha tiene un sentido pragmático de política. No le interesan las grandes cuestiones ni necesita aupar al poder a los más inteligentes, los más audaces o más preparados. Le basta con que lo ejerzan (nominalmente) los más caraduras, los más faltos de honradez y dignidad, los capaces de hacer una cosa, decir la contratia y mantenerla en público en contra de las evidencias más aplastantes. Los principios le importan una higa; los blande siempre pero los ignora cuando hay que aplicarlos. La verdad está muy bien pero, si hay que mentir a mansalva, se miente con el mayor aplomo. Se pasa relativamente mal un cuarto de hora pero, a cambio, se disfruta del poder largos años y, si uno al final queda como lo que es, un granuja que no habla más que para engañar en interés de los poderosos a los que verdaderamente representa, ya le encontrarán un huequecillo bien remunerado en el consejo de alguna empresa o un retiro dorado como asesor de un consorcio. Es cosa de aguantar unos años, mentir descaradamente, insultar al adversario y despreciar a la gente. Lo demás va como la seda. Que se lo digan a Aznar.
Presionado por la indignación pública, Rajoy no ha tenido más remedio que comparacer arrastrado por la opinión en una rueda de prensa que ha oscilado entre el habitual farfulleo, las simplezas sanchopancescas que lo caracterizan, las bravuconadas del matón del barrio y las payasadas que le brotan de su estólida retranca natural.
Si lo sucedido ayer es un rescate (como dice todo el mundo, conjunto de canallas alimentados con la leyenda negra) o un chollo que nos ha caído gracias a su sin par eficacia de gobernante, su saber hacer, su previsión, su coraje, sus ideas claras es una cuestión que de puro obvia no necesita dilucidación. Por eso, el polaco, ya con un pie en la escalera del avión, afirma desganado que no va a "entrar en debates nominalistas". Qué aburrimiento ¿verdad?
El chollo, la línea de crédito, el botín logrado por el genio de la negociación no es resultado de la intervención, no. La intervención vendrá de la mano de ese chollo, o sea del rescate. En otro momento, aseguraba que no había opción pues era "lo de ayer" o la intervención. Con lo que queda claro que este hombre no solo dice lo primero que le pasa por la cabeza si es suficientemente oscuro, ambiguo, engañoso, falaz y embustero sino que, además, muchas veces, no se le pasa nada por la cabeza, que está vacía, ayuna de ideas.
Nadie lo ha presionado, sostiene Rajoy a quien nadie, tampoco, pidió su parecer para nada a la hora de decidir la intervención de España ya que se la impusieron por vía telefónica en llamada a su ministro, ni siquiera a él con quien nadie cuenta en Europa. Al contrario, asegura el polaco -que entre tanto se queja de no poder ver a Nadal en lo que cree que es un comentario gracioso-, soy yo quien he presionado a los demás hasta conseguir este chollo fabuloso de 100.000 millones al 3% y con condiciones draconianas. Que se entere Europa de quién manda aquí fumándose un puro en Polonia.
Bueno, pues este payaso es presidente del gobierno de España y en este momento se dispone a ver un partido de fútbol junto al heredero del trono de su país mientres los ciudadanos de este contemplan angustiados un futuro cada vez más sombrío cuya carácter vendrá anunciado mañana cuando se sepa cómo arranca la prima de crédito.
(La imagen es una foto de La Moncloa en el dominio público).