Hace un año casi nadie creía que el movimiento del 15-M y similares, cuyos protagonistas se autodajudicaban el nombre más bien pulgoso de perroflautas, tuviera futuro. Cuatro gritos en las calles, dos noches de acampadas, unas cargas de la policía y asunto resuelto, pensaban muchos, de esos que siempre están al loro de la verdad oculta y saben lo que el tiempo nos depara. Y, por supuesto, casi nadie admitiría que un año después, el movimiento mostrara el vigor, la extensión y el prestigio que tiene y luciera un seguimiento tan masivo y cerrado. De calificarlo de "revolución", como hace Palinuro, malgastando un sacrosanto nombre que los mediocres que pasan por oráculos de la ciencia tienen reservado para la francesa, la rusa y un par más de episodios históricos incuestionables, de esos que tranquilizan porque va uno sobre seguro; de calificarlo de "revolución, digo, nada de nada.
Hoy puede estar pasando lo mismo. Probablemente pocos crean que el 15-M sea capaz de enjuiciar a los ladrones de alto copete que han causado esta crisis y se han aprovechado de ella, a los especuladores, los banqueros bandoleros, los financieros sin escrúpulos, los gobernantes venales y corruptos y los periodistas e intelectuales, esbirros del poder por una magra paga. Pocos creían también que los islandeses pudieran hacerlo. Y lo hicieron.
Aquí lo mismo. Si el 15-M persevera y sus partidarios apoyamos, si cada uno lo exige desde su puesto de trabajo (o de paro), si lo pedimos en los medios, si presentamos denuncias, si nos coordinamos a través de las redes, si aunamos esfuerzos, podremos ver a los responsables de la crisis, los Botín, Díaz Ferrán, Zapatero, Solbes, Salgado, Montoro, Rato, Rajoy, Guindos, Rosell, etc, teniendo que responder de sus actos, no ante un tribunal de jueces corruptos, sino ante una opinión pública bien informada. Unos serán absueltos y otros serán condenados. Pero se hará justicia.
Depende de nosotros.
(La imagen es una foto de Martin Pulaski, bajo licencia de Creative Commons).