dimecres, 28 de març del 2012

Erewhon: las máquinas contra los hombres.

Ya está en librerías la obra de Samuel Butler, Erewhon, que ha traducido mi hijo Andrés y trae un estudio introductorio de un servidor, en la colección de utopías que dirijo en la editorial Akal. Tanto la imagen de esta entrada como la que hay en la barra de la derecha, llevan al libro.

Samuel Butler (1835-1902), hijo de un clérigo anglicano que iba a su vez para clérigo, pero decidió orientarse en otra dirección, fue un hombre extraño. Sometido a malos tratos continuados desde la infancia, creció en el odio a la familia, institución básica de la sociedad victoriana y, por extensión a esa sociedad. Pero en sí mismo era un victoriano porque aceptaba casi todas las demás convenciones. Es decir un "victoriano antivictoriano" que, en el fondo, he empezado a pensar fue lo que le pasó a mucha gente de aquella época. Por ejemplo, aunque no haya pruebas incontrovertibles, es bastante probable que Butler fuera homosexual. No se casó jamás, aunque alimentó ciertas ilusiones matrimoniales durante largo tiempo en una amiga que falleció sin ver consumados sus deseos; convivivió toda su vida solo con hombres, especialmente con dos, uno de joven, Charles Paine Pauli quien, en cierto modo, lo explotaba y, ya en la edad madura, Henry Festing Jones, que fue su albacea literario; sus obras rebosan observaciones sobre los físicos masculinos, mientras que su tratamiento de los femeninos es bastante incoloro; es el autor de la idea de que los Sonetos de Shakepeare, en realidad, hablan de un amor homosexual. Pero él, Butler, vivió esa supuesta homosexualidad como algo vergonzoso o delictivo, lo que no es de extrañar si se tiene en cuenta que fue contemporáneo de Oscar Wilde y pudo contemplar lo que sucedía en estos casos.

Erewhon ("Nowhere" más o menos al revés) es una utopía que oculta celosamente su emplazamiento si bien es bastante conocido pues se encuentra en Nueva Zelanda, a donde el joven licenciado en lenguas clásicas por Cambridge emigró en sus años mozos para hacer fortuna con el ganado lanar, cosa que consiguió. Y de Nueva Zelanda se trajo Butler a su amigo Pauli, mucho dinero, una extraña relación de amor/odio con Darwin y unos artículos y ensayos que, luego, algunos años después (hacia 1871), se convirtieron en esta curiosa utopía de una sociedad muy desarrollada pero en la que no se emplea la tecnología ni las máquinas que fueron destruidas en el pasado por ser una amenaza para los erewhonianos. La idea gustaría más tarde a algun filósofo francés que, como Deleuze, hablará de ciertas nociones "erewhons". De hecho, tres de los capítulos de Erewhon tienen existencia propia bajo el título de El libro de las máquinas y en él se da vida a su fantasía de unas máquinas capaces de evolucionar según la teoría de Darwin y ser una amenaza para sus creadores.

Butler dejó una copiosa obra en otros campos pero quizá lo más característico sea su novela autobiográfica, The Way of All Flesh (más o menos traducible como El destino de todo ser humano), con una denuncia tan descarnada y directa de la sociedad victoriana que, siendo hombre pacífico, no quiso que se publicara en vida suya y es obra póstuma. También muy crítica con la hipocresía victoriana es Erewhon, pero no debió de parecerle tan agresiva al ser utópica.

Es curioso, sin embargo, que Butler volviera sobre el tema y escribiera una segunda parte de Erewhon veinte años más tarde, un Retorno a Erewhon. En lo que se me alcanza es la única utopía que recurre a este procedimiento de los "veinte años después", como Los tres mosqueteros. Y, por cierto, igual que aquella está escrita en primera persona, también lo está la segunda pero, ahora, el protagonista, el viajero que vuelve a Erewhon, ya no es él, sino el hijo que nunca tuvo. Y solo gracias a este hijo inexistente nos enteramos en la segunda parte del nombre del protagonista de la primera, que olvidó dejárnoslo por escrito: Higgs.