dijous, 8 de setembre del 2011

Schadenfreude.


Caso de fuerza mayor.

Alguna vez tenía que pasar. Sobre las 10 de la noche hora del Brasil, en donde me encuentro estos días, esto es, hacia las cuatro de la madrugada, hora peninsular española, un malhadado camión cortó unos cables misteriosos y dejó sin conexión telefónica o de red todo el barrio en el que resido. Dado que, ayer, además, era el día de la Independencia patria, imposible encontrar sustituto alguno. Hasta ahora mismo en que, sin haberse arreglado la avería, he hallado una solución transitoria para que el pobre Palinuro no pase por holgazán y malqueda. El mismo Palinuro me ha prometido dar más explicaciones sobre sus andanzas en otro post de fin de semana. El mundo es muy complicado.


Schadenfreude

Los atribulados socialistas gobernantes llevan tres años de sufrimientos y agonías que jamás pensaron que iban a atormentarlos como lo están haciendo. Al principio tardaron en reconocer la magnitud de lo que se les venía encima, como si por el hecho de no llamarlo por su nombre pudieran salvarse de su furia destructiva. Cuando lo hicieron, giraron el timón todo al lado contrario y aplicaron medidas rígidamente ortodoxas, alejadas del ideario socialdemócrata tradicional que les enajenaron las simpatías de muchos de sus seguidores y los de otros que nunca lo habían sido pero que aprovechaban la emergencia para hacerse pasar por tales y justificar ahora en el desengaño repentino una actitud de enfrentamiento y crítica que siempre habían tenido.

En esta situación apurada la oposición de derecha se limitó a adoptar una actitud de Schadenfreude, de indisimulada alegría por las desgracias que acosaban a sus adversarios quienes demostraban claramente la insuficiencia de sus postulados al ser incapaces de recuperarse frente a aquellas. Ya podían los gobernantes al cargo de la empresa reclamar la colaboración de sus opositores explicando que la zozobra era general y afectaba al interés de todos y no solamente al de un solo partido, que todo lo que conseguían eran gestos de indiferencia o, todavía peor, consejos del maestro Ciruelo acerca de la necesidad de dejar de actuar como lo estaban haciendo y de poner en práctica otras ideas que tampoco explicaban.

A medida que se enfurecían los elementos de una crisis que los gobernantes no supieron reconocer pero nadie había previsto y menos aun tenía la menor noción de cómo resolver, los distintos sectores sociales y económicos se fueron enfrentando por separado a un gobierno que braceaba desesperadamente por mantenerse a flote a sí mismo y con él el país; unos porque se sentían injustamente maltratados y otros porque no se consideraban suficientemente atendidos. Hasta que el descontento llegó a tomar una forma difusa y generalizada que invadió las calles para poner de relieve un hastío hondamente sentido, aunque no prácticamente encauzable.

Con motivo de la renovación de los gobiernos municipales y bastantes autonómicos el electorado dio rienda suelta a su irritación, desplazando de la mayoría de ellos a los socialistas que, en algunos casos, habían venido ocupándolos tanto tiempo que llegaron a creerlos casi de su propiedad. Y la oleada no se limitó a barrer a ayuntamientos y comunidades sino que anunció como negra borrasca que lo mismo haría llegado el momento con el gobierno central.

A la vista de la penosa situación, los socialistas tomaron una decisión digna de una tragedia griega, concentraron en la figura de su máximo dirigente todos los pecados de la tribu y procedieron luego a sacrificarlo en el altar de los sondeos, pensando que el candidato posteriormente ungido podría recuperar para aquella la benevolencia de los dioses. Pero los elementos los obligaron a un último gesto de claudicación, a apurar la copa de la cicuta abrazándose a su adversario para sobrevivir no ya por lo que habían sido en un pasado que parecía remoto sino por lo que estaban dispuestos a dejar de ser.

En esta última entrega a las fuerzas ciegas de los mercados creyó la oposición de izquierda que se encontraba la promesa de su justa venganza tantas veces y tantos años postergada por el éxito de los socialistas en hacer creer a la gente que eran lo que decían ser pero no eran en el fondo ni en la forma. La alianza de fondo de las dos grandes fuerzas en torno a un postulado tradicionalmente visto como conservador, antipopular e injusto dejaba al descubierto la cruda realidad de los hechos, ponía a cada cual en su sitio y recuperaba para la auténtica izquierda las razones y el discurso que siempre habían sido suyos. Los socialistas y los conservadores eran el mismo perro con dos cabezas y la Schadenfreude que los últimos experimentaron al comienzo de la tormenta los invadía ahora a ellos cuando ya no cabían más subterfugios.

Por fin cada cual vestiría los colores que le eran propios y se encontraría con las gentes que constituían su audiencia. La derecha se maridaría con los banqueros y los explotadores de todo pelaje, la élite del poder, y los socialistas le servirían de mariachis mientras que la verdadera, la auténtica izquierda, tan injustamente preterida y maltratada por los medios de comunicación, tan herida y aislada por las manipulaciones institucionales, se encontraría en la gran fiesta multitudinaria de la calle encabezando la alegre sublevación pacífica y popular pero absolutamente mayoritaria de protesta contra el atropello urdido por los siervos del capital, el diestro y el zurdo.

La escuálida protesta que, luego de la minuciosa preparación, acabó cuajando en la calle contra la reforma de la Constitución y en la que prácticamente había más convocantes que convocados debería servir para que aquellos reflexionaran sobre las enseñanzas de su enésimo fiasco a la hora de sustituir una izquierda que no consideran tal por otra que quieren auténtica y verdadera pero no consiguen que se manifieste. Debería, pero no lo hará. Al contrario, ya está esta izquierda postulando plataformas unitarias para las elecciones del 20-N, como si tuviera algo digno de consideración numérica que unir. Y que unir, además, en tantas plataformas unitarias como grupos concurren a aquellas.

(La imagen es una foto de tuey, bajo licencia de Creative Commons).