Tenía el candidato muy estrecho margen. Pero lo ha apurado con maestría; tanta que hasta le ha sobrado algo, como se verá luego. Ha sido un discurso bien pensado, convincente, pronunciado con un estilo sencillo, próximo, casi coloquial, para insuflar nuevos bríos a una alicaída militancia a la que tenía ganada de antemano. Fuera del recinto la audiencia llevaba la respuesta preparada: todas esas prometedores intenciones, ¿por qué no las has puesto en práctica mientras estabas en el gobierno? Es decir, tenía un problema de verosimilitud, el de presentarse como innovador (innovación es uno de los términos claves de su mensaje) de un gobierno del que aún forma parte. Para salvar esa objeción dio un golpe magistral: contar la conversación con Zapatero la noche del nueve de mayo de 2010, cuando un gobierno socialdemócrata tuvo que aplicar de la noche a la mañana una serie de medidas neoliberales por razón de emergencia nacional. Su argumentación es verosímil: hubo que aparcar la política socialdemócrata para sobrevivir; ahora que hemos sobrevivido volvemos a esas políticas. El argumento es aceptable salvo para quienes consideran inaceptable cualquier argumento de Rubalcaba, que son bastantes.
El hecho es que el candidato ha pasado cómodamente la prueba de iniciación. Y desde el punto de vista mediático ha conseguido fijar varias propuestas claras, que tienen amplio apoyo social, aparecen ligadas a su iniciativa y suenan con melodía de izquierda. La tasa a las transacciones financieras (el objetivo de Attac hace más de veinte años), la asignación de parte de los beneficios bancarios a la creación de empleo, la reintroducción del impuesto sobre el patrimonio a los ricos, la lucha contra los paraísos fiscales (aunque resignadamente se condicione a una acción internacional concertada), blindaje de la sanidad pública, no al copago y sí a la familia, a todos los tipos de familia (referencia a los derechos de las minorías), prioridad a favorecer a los emprendedores (quien diga que no ve diferencia con los empresarios es que no quiere verla) y reforma de la ley electoral en favor del modelo alemán (que es el que Palinuro propugna también) para recoger la reivindicación más inmediata y significativa del 15-M.
Todo esto quiere conseguirlo Rubalcaba insistiendo en las tres fortalezas de la economía española que serán yacimientos de empleo, esto es innovación energética, cambio climático y dependencia. Ahí ve él la potencialidad para remontar. Ahí y en la cruel enseñanza que ha dejado la crisis, esto es, que el déficit no es admisible, afirmación que equivale a la estaca en el corazón del vampiro keynesiano. La propuesta es mantenimiento del Estado del bienestar en el marco de la ortodoxia presupuestaria, lo que presupone una economía saneada y competitiva a través de los citados y otros pasos prácticos.
Pero la mañana iba a ser para la política a cuya regeneración convocó el candidato con una repetida expresión también de efecto mediático, como una política limpia que parezca limpia. El tono regeneracionista afectaba sobre todo a la corrupción y detestables prácticas adyacentes y se condensaba en la petición, exigencia, que anunció de comportamientos austeros que juzgo una forma elegante de revisar los privilegios de los políticos, al menos quiero creerlo.
En abierto contraste con su apariencia informal, cercana, coloquial, el discurso rebosó de figuras retóricas de comprobada eficacia, hipérboles, epanadiplosis, pleonasmos que ayudaron a dar a veces un tono ideológico-sentimental. La llamada a la conciencia socialdemócrata se hizo reivindicando como nuestra la política de igualdad de oportunidades y el eco de Roosevelt sonó en la afirmación de que el PP es el adversario pero los enemigos son el miedo, la inseguridad, la injusticia, la intolerancia, la desigualdad, algo que recuerda las célebres "cuatro libertades" de aquél para sacar adelante a su país frente a la crisis y la guerra.
Un defecto y varias carencias observo en el discurso. En cuanto al defecto, entiendo que el espíritu rooseveltiano de recuperación de la crisis no debe dirigirse exclusivamente a los socialistas. El enfoque de la acción de gobierno de Rubalcaba debe orientarse también a los votantes de otros partidos a efectos de construir una especie de consenso nacional para que pueda decirse de Rubalcaba lo que se decía de Roosevelt, que era un presidente demócrata al que también votaban los republicanos.
En cuanto a las carencias, (lo que le ha sobrado del estrecho margen, como se decía al principio) son de diversa índole y, probablemente se deban a razones distintas, pero son llamativas y algo tendrá el candidato que hacer. Ni una palabra del discurso sobre la Iglesia, ETA/terrorismo e inmigración y muy pocas, casi ninguna, sobre las redes sociales y las tecnologías de la información y la comunicación y sobre las relaciones exteriores de España.
De las reacciones no cabía esperar mucha variedad. El PP reitera su petición de elecciones ya; es decir, hable o no hable Rubalcaba, como el que oye llover. IU, en cambio, por boca de Llamazares juzga el discurso de una forma asombrosa, asegurando que Rubalcaba se disfraza de izquierda. Menudo disparate. El disfraz de Rubalcaba era el de neoliberal; el de socialdemócrata no es un disfraz sino su propio traje. Pero lo curioso es que, de acuerdo con el comunista Llamazares, resulta que sí, que ser socialdemócrata es ser de izquierda. Avanzamos.