Es una alegría que Ángel Luna, el portavoz del PSOE, haya sido absuelto por un tribunal que, además de hacer justicia, se ha mostrado sensible a la indignidad de que se estuviera juzgando antes a quien denunció los hechos que a quienes los perpetraron. Era una erosión muy fuerte del prestigio de la justicia. Como el que está sufriendo con el caso de Garzón. En fin, que Luna no cometió delito mostrando unos papeles incriminatorios que eran públicos, que no era un delincuente, que los delincuentes, según parece, son otros.
Porque hay papeles y papeles. Los de Luna eran legales pero qué sucede con los que salgan, si es que no han salido ya, del asalto al despacho del hijo de Chaves? ¿Y qué hay del asalto en sí mismo? Ese asunto debe quedar claro cuanto antes y ha de conocerse a los que lo hicieron. Recuérdese que el celebérrimo caso Watergate comenzó con el allanamiento de unos locales del Partido Demócrata por gente que resultó estar a sueldo de los republicanos.
Con este hecho y con el del montaje de un pseudopartido para hacer daño al PSOE y facilitar transfuguismos no puede caber mucha duda acerca de que la vida política española, especialmente en su derecha, necesita un proceso de regeneración. Porque en ese montaje está involucrada, presuntamente, la trama Gürtel y los caballeros del famoso Tamayazo, otra rutilante perla de cómo entiende la política la derecha.
Luna simboliza lo contrario.
(La imagen es una foto de Oquendo, bajo licencia de Creative Commons).