España es una democracia parlamentaria y, como tal, sería multipartidista de no ser porque la ley electoral, proporcional de nombre y mayoritaria de hecho, lo impide. Habría que reformarla pero eso es imposible en tanto se opongan los dos grandes partidos, principales beneficiarios de la desproporcionalidad del sistema. A pesar de ello habría que reformarla y debería ser el PSOE como fuerza democrática de izquierda el que abanderara la reforma en pro de una mayor proporcionalidad de la representación.
La reforma debiera hacerse ya solo por razones de equidad y fair play que tendrían que ser las determinantes en el quehacer político. Pero también las hay de carácter técnico; en lo esencial porque la ley ha sido un fracaso. Su carácter mayoritario de hecho trata de garantizar mayorías parlamentarias claras, mayorías absolutas. Sin embargo, en las diez legislaturas habidas (incluida la de 1977-1979) se han dado cuatro parlamentos con mayoría absoluta y seis con mayoría relativa. Está claro que la ley no cumple su objetivo.
O quizá sí, pero de una forma perversa. Esas mayorías relativas, especialmente a partir de los años 90, se dibujan como un bipartidismo imperfecto (con el PP y el PSOE copando casi el 90 % de los escaños), en el que los gobiernos dependen de apoyos exteriores procedentes siempre de los nacionalistas llamados periféricos (catalanes, vascos, gallegos y canarios). Los otros partidos de ámbito estatal, IU y UPyD, son irrelevantes y esa es la injusticia que debe repararse. Entre otras cosas porque si la representación fuera de verdad proporcional, seguramente descenderían los porcentajes de voto del PP y el PSOE y subirían los de los otros grupos, con lo que quizá fueran posibles gobiernos de coalición que son los gobiernos típicamente europeos excepción hecha de Inglaterra, Francia y algún otro caso menor.
Los gobiernos de coalición son el vade retro de los fanáticos pero una bendición para la gente del común que suele ser posibilista. Esos gobiernos obligan a negociar, a pactar, a comprometerse, que son los verbos típicos de la política. Lo otro, lo del programa y el mando únicos se parece más a la guerra y tiene un innegable tufo autoritario. Un gobierno de coalición representa a la mayoría de la población mucho más que uno monopartidista mayoritario por razón no de los votos sino del sistema electoral. Esa superior representatividad, comprada al precio de la moderación programática, le concede también más legitimidad.
Se dirá que, de todas formas, es lo que está pasando en la actualidad en que los gobiernos son de coalición por cuanto el partido de turno depende del apoyo exterior de unos u otros nacionalistas. Pero eso no es cierto. El apoyo exterior no es coalición. Ésta obliga a un compromiso previo sobre la base de un acuerdo para toda la legislatura mientras que el apoyo exterior es contingente y puede retirarse a libre albedrío, lo que da a los susodichos apoyos la fuerza de un chantaje, dado que el gobierno depende de ellos, que siempre acaban poniéndole un precio.
Todo lo anterior viene a cuento de probar que Palinuro no tiene nada en contra de Unión, Progreso y Democracia (UPyD), como no lo tiene en contra de ningún partido que respete la legalidad democrática. Al contrario, se felicita de que los haya nuevos y de que consigan arraigar. Partidos como UPyD que, además, tiene detrás a personas como Savater, son muy convenientes. La crítica de Palinuro no es al partido sino a su dirigente máxima y cabeza visible, Rosa Díez.
Pide Rosa Díez que se pague la cantidad simbólica de un euro como entrada al mitin que va a dar en la plaza de toros de Vista Alegre, cuenta habida de que el PSOE se ha arrugado. Un euro no es una cantidad simbólica; puede ser reducida, mínima, pero no simbólica; eso lo sería si se pudiera pagar con un tapón de Coca-Cola, por ejemplo, o un billete usado de metro. Un euro es una cantidad, algo de valor determinado que, aun presentándose como contribución a las débiles arcas de UPyD suena demasiado a copago sanitario y a cepillo de misa dominical y, por lo tanto, a burla dado que el partido, como la sanidad pública y la Iglesia, se financian con cargo a los dineros de todos, con lo que obviamente se trata de cobrar dos veces por la misma cosa. Por un euro puede uno comprar una chuche o tomar un café en un local no muy allá. Estoy seguro de que Palinuro lo haría.
El defecto de Díez, según Palinuro, es que carece de principios o propuestas concretas sobre una infinidad de asuntos (lo que quizá sea inteligente) excepto el muy sólido de la unidad nacional española, lo que quizá también lo sea. Esta falta de principios cristaliza en una carrera política bastante oportunista. No se trata de discutir el derecho de Rosa Díez a postularse como candidata en su día a la Secretaría General del PSOE frente a Zapatero, Bono y Matilde Fernández. Se trata de cuestionar su comportamiento desde que perdió aquellas primarias hasta que finalmente fundó UPyD.
En aquel tiempo, cuando Díez era eurodiputada del PSOE, adoptó una actitud crecientemente crítica con su partido, como hizo también por entonces Gotzone Mora, cuyo destino político posterior parece más ligado al PP. Dicha crítica tenía tonos tan virulentamente negativos que era frecuente ver a Díez en un programa de TeleMadrid dirigido por Sáez de Buruaga. TeleMadrid manipula groseramente (no hay más que ver a Curry Valenzuela) pero Sáez de Buruaga le daba un refinamiento florentino porque llevaba a Díez como representante del PSOE con la única misión de poner al PSOE a bajar de un burro. Eso no debió suceder nunca porque es una inmoralidad, una impostura que descalifica a Díez al menos a ojos de Palinuro que cree ciegamente en la moral caballeresca según la cual lo peor es ser desleal.
La propia Díez se encarga de probar esta falta de espinazo al reproducir con frecuencia el discurso del PP. Esa petición expresa de elecciones anticipadas, coincidentes incluso con las autonómicas y municipales, es pura narrativa PP. Un partido democrático no puede pedir elecciones anticipadas cuando el gobierno cuenta con mayoría en el parlamento, salvo que crea, como cree Rajoy y, al parecer, Díez, que su derecho a probar fortuna por si le cae un buen resultado prevalece sobre las decisiones y los intereses de la mayoría.
A lo mejor resulta que, al pedir un euro, aumenta la asistencia al mitin de Vista Alegre. Díez tiene cierto gancho y UPyD hace bien en explotar esa imagen que tiene ribetes de Belén Esteban pero el partido debe jugar en un terreno programático, de propuestas e ideas y no someterse a un hiperliderazgo personalista y errático.
(La imagen es una foto de Macalla, bajo licencia de Creative Commons).