Estos títulos de Palinuro siempre me desconciertan un tanto. Luego, cuando se desarrollan, quedan algo más claros. En este caso la cuestión es que el Parlamento salido de las elecciones de ayer ya iguala en cantidad de partidos representados al vasco, que era el más fraccionado del Estado, fuera del del propio Estado. Pero esto es novedad. El aumento de multipartidismo en Cataluña ha sido progresivo. En las elecciones de 2006 apareció un partido nuevo, Ciutadans (Cs), y en las de ayer, otro, Solidaritat Catalana per la Independència (SI). En total son ya siete partidos. Igual que en la cámara vasca. Y con ciertas correspondencias, siempre aproximativas, por supuesto: CiU equivale al PNV; el PSC al PSE-PSOE; EB-B a ICV; Cs a UPyD; ERC a Aralar; y SI a EA. Admitido, las dos últimas equiparaciones podrían ser a la inversa.
La euskaldunización de Cataluña es clara, al menos parlamentariamente hablando. Pero no es aventurado decir que la mayor fragmentación parlamentaria traduce mayor fragmentación social. Con algún dato de interés como que UPyD, que tiene un diputado en el parlamento vasco, se ha quedado en décimosexto lugar en Cataluña. Obviamente su hipotético electorado prefiere votar a Cs. En ninguno de los dos parlamentos hay representación verde autónoma. Lo verde aparece en las siglas de ICV y EB-B(erdeak). Quizá obtengan representación en las próximas elecciones.
Cataluña y el País Vasco son dos territorios especialmente inquietos y revueltos porque en ellos se cruzan dos cleavages, dos conflictos: el nacional y el de izquierda/derecha. Si añadimos que, al no ser Estados independientes, su política no es soberana sino que está fuertemente condicionada por la del conjunto de España, se verá que ambos sistemas políticos, el catalán y el vasco, son muy complicados.
El Tripartito ha sido un desastre en los dos hiatos. En el nacional le ha caído sobre la cabeza la maza del Tribunal Constitucional con la sentencia sobre el Estatuto. Un Estatuto que, para mayor bochorno del PSC, Zapatero había acabado negociando con Mas. Precisamente el Estatuto hijo de las entretelas de Maragall, el estatuto de afirmación nacional del socialismo catalán, el que le permitiría competir en condiciones de igualdad con CiU como "padre de la Patria". Y se lo echan abajo. En el frente ideológico (izquierda/derecha) le ha caído el diluvio de la crisis y las medidas neoliberales del Gobierno de España. En ambos casos las bofetadas las ha llevado el PSC, internamente descuajaringado entre su alma catalana y su electorado español.
La pasada legislatura de via crucis del tripartito, en permanente conflicto con el Gobierno central, se convirtió en parte en una curiosa kermesse soberanista con el rosario de consultas sobre la independencia que se hizo en diversos lugares con una cobertura mediática muy superior a la importancia numérica de los participantes. No obstante, el solo hecho de que se celebraran bajo la presidencia de un Montilla firme opositor al derecho de autodeterminación da una idea de la idea que daba el Tripartito. Porque parece que el voto ha sido contra el Tripartito; al menos son los únicos partidos que han perdido votos. Da la impresión de que, al final nadie lo soportaba más; ni siquiera él mismo, a juzgar por las promesas de nunca jamás que soltaba Montilla.
El ascenso del PP es sorprendente. Se confirma la idea de que la corrupción en su partido no hace mella en el electorado de la derecha. Creyendo lo contrario, el PP envió a todos los presidentes autonómicos y secretarios generales de autonomía a apoyar a Sánchez-Camacho, Feijóo, Aguirre, Cospedal, Arenas; todos menos Camps. Se temían lo peor y mira por dónde podían esperar lo mejor. Si hubiera ido Camps, quizá hubieran sacado un diputado más. Además de inmune a la corrupción el electorado catalán también lo parece a la ejecutoria anticatalanista, algunos dicen que anticatalana, del PP. Con razón festejan los conservadores. Tienen un futuro prometedor.
La presencia de Laporta pone una animada nota berlusconiana en Cataluña. Será de ver cómo evoluciona ya que sigue sin estar muy clara la motivación del ex jefe del Barça para meterse en el Parlament.
Gobernará Mas con un Estatuto cuestionado y tendrá que hacerlo honrando algunas de las bravatas soberanistas que se han pronunciado en la campaña: desde la exigencia del concierto al referéndum de autodeterminación.
El resultado de las elecciones de ayer apunta novedades en las sobresaltadas relaciones de Cataluña con España y ello en un horizonte de pacificación definitiva en el País Vasco. Veremos muchas cosas. Y sublimes.
Aunque no tanto como el bombazo que ha metido wikileaks al orden constituido internacionalmente. Si no lo digo, reviento.