Cualquiera que haya leído la nueva Constitución boliviana, un texto larguísimo, minucioso, muy avanzado en derechos humanos, especialmente de los indígenas para los que se prevé prácticamente una estructura estatal dentro del Estado, incluida su propia administración de justicia, sabe que está concebida como un verdadero documento de emancipación de los autóctonos a los que hasta la fecha se ha explotado, oprimido, aniquilado y, desde luego, ignorado. En concreto, el artículo 30, II, 15 dice textualmente que los nativos tienen el derecho "a ser consultados mediante procedimientos apropiados, y en particular a través de sus instituciones, cada vez que se prevean medidas legislativas o administrativas susceptibles de afectarles. En este marco, se respetará y garantizará el derecho a la consulta previa obligatoria, realizada por el Estado, de buena fe y concertada, respecto a la explotación de los recursos naturales no renovables en el territorio que habitan". Lindas palabrejas que, a la primera de cambio, parece que no van a cumplirse porque, como siempre, por encima de los derechos humanos de los indígenas están los intereses de Bolivia como Estado o lo que el que manda entiende que son los intereses de Bolivia.
La zona en que anda haciendo prospecciones petrolíferas Petroandina, un consorcio en el que hay capital de los cinco Estados del antiguo Pacto Andino, tiene mucho valor medioambiental y hay alguna ONG soliviantando a los indígenas para que pidan que se les aplique la Constitución a fin de oponerse al proyecto. El presidente Morales, no obstante, lo apoya por considerarlo necesario para el desarrollo de Bolivia, preguntándose de qué iba a vivir el país si no es del petróleo pero sin preguntarse, según parece, de qué habrá vivido hasta la fecha y, sobre todo, de qué hayan vivido los indígenas, razón por la cual tira contra las ONG que luchan porque se apliquen los derechos de estos indigenas.
En la crítica del Presidente a las ONG suena el argumentario típicamente imperialista: muchas son chiriguitos para que vivan unos cuantos listos a costa de los pobres; muchas acceden a subvenciones públicas y viven de ellas porque se constituyeron para eso; otras se inventan los problemas para justificar su existencia; en general su actividad deja mucho que desear. Argumentos todos ellos del campo neoliberal que no suenan nada bien en boca de quien dice luchar contra él. Es bueno, aunque no muy original, que el señor Morales descubra que hay algunas, quizá bastantes, ONG que no cumplen con su tarea o que se emplean para lo contrario de aquella. Pero no todas y mucho menos cuando defienden los derechos de los pueblos indígenas y muchísimo menos aun cuando los incitan a ejercerlos en el marco de la Constitución más avanzada del mundo en ese campo.
Porque ahí es donde el señor Morales descubre y demuestra con su acción que una cosa es proclamar los derechos de los indígenas y otra hacerlos valer.
(La imagen es una foto de Jaume d'Urgell, bajo licencia de Creative Commons).