Después de toda la movida, la falta de tacto de las autoridades españolas con sus declaraciones contrarias titubeantes cuando no balbucientes, y la publicidad que todo ello ha dado al caso tanto en España como fuera de ella, el resultado de la consulta informativa de Arenys de Mundt, movida por una asociación privada sobre la independendencia de Cataluña ha dado un abrumador 96,1 por ciento favorable a la secesión, habiendo votado más del 33 por ciento de la población con una participación sobre el censo del 41,01 por ciento, más alta que en el referéndum del estatuto y que en las elecciones europeas, aunque no tanto como en las generales y autonómicas.
Es obvio que la consulta carece de toda consecuencia práctica, que el censo no es válido entre otras cosas por incluir a personas de más de dieciséis años y que su carácter informativo, festivo, folklórico ha animado a mucha gente a votar en un sentido que no sería el de su voto en una consulta con todas las de la ley. Pero tiene una gran valor simbólico pues pone de manifiesto el avance del espíritu independentista en Cataluña y abre la vía a una multiplicación de consultas de este tipo en otros municipios de la Comunidad Autónoma con los que las fuerzas nacionalistas CiU y ERC confían en ir preprando el terreno para hacer una demanda soberanista allí donde menos se espere.
No quiero llevar el agua a mi molino del reconocimiento del derecho de autodeterminación a todos los pueblos o naciones de España por no aburrir más a la peña, pero está claro que el proceso, muy en el sentido de la marcha de los tiempos posmodernos, es imparable y de nada o muy poco servirán marrullerías conceptuales como las que abundan en el artículo de hoy en El País del señor Peces-Barba, titulado ¿Estatuto 'versus' Constitución? y en el que el autor parece retroceder de su reconocimiento anterior de España como "nación de naciones" a una aceptación rebajada de Cataluña como nación siempre que sólo lo sea culturalmente y que renuncie al "viejo, obsoleto y desacreditado principio de las nacionalidades de que toda nación tiene derecho a ser Estado independiente". Viejo, obsoleto y desacreditado a sus ojos, naturalmente.
En fin, no me parece necesario insistir en un asunto que, como se ve, guste o no a los nacionalistas españoles monocromáticos, sean de izquierda o de derecha, no solo persevera sino que se ahonda y extiende hasta el momento en que sea incontenible en el marco de un Estado democrático de derecho. Sólo quiero dejar constancia de un dato que sale siempre que se menciona la posibilidad de la independencia de Cataluña y su petición de ingreso en la Unión Europea como Estado independiente (y que también está subrepticiamente presente en el citado artículo del citado autor), cuando se dice que España tiene derecho de veto y, en consecuencia, impedirá el ingreso de Cataluña. Será con mi voto en contra y, espero, con el de muchos otros ciudadanos que no tenemos animadversión a que los demás ejerciten sus derechos y no nos gusta amenazar para impedirlo ni vengarnos una vez que lo hayan hecho.