dijous, 13 d’agost del 2009

Mira quién fue a hablar de dictadura.

El PP lo fundó originariamente, cuando se llamaba Alianza Popular (AP), Manuel Fraga quien fue ministro de Franco entre 1962 y 1967. Y no ministro de Industria o Agricultura, cosas inocentes, sino de Información y Turismo, o sea, de propaganda. Algunos diputados del grupo de AP se abstuvieron en la votación sobre el texto de la Constitución de 1978 y otros votaron en contra. A las elecciones de 1979 se presentó AP en coalición con otros grupos de derecha y extrema derecha que se llamaba Coalición Popular. El cartel electoral mostraba a los siete cabezas de partidos coaligados; de ellos seis habían sido ministros de Franco. Se les conocía como "los siete magníficos" pero sólo salió elegido Fraga cuyo partido estaba lleno de franquistas que habían sido alcaldes digitales, presidentes del diputaciones provinciales digitales, procuradores digitales en cortes y ostentado otras canonjías todas ellas digitales.

El presidente del Gobierno, José María Aznar, nieto de un notorio franquista e hijo de otro más apagado y falangista él mismo durante su juventud (eso sí, independiente) llenó sus gobiernos de descendientes de franquistas como la señora Mariscal de Gante, el señor Arias Salgado o el señor Trillo. En sus años en el Gobierno no hubo especiales relaciones con la Dictadura de Franco. Y, al marcharse, prosiguió la costumbre de la casa nombrando digitalmente sucesor suyo al señor Rajoy.

En los años de gobierno del PSOE, desde 2004 hasta ahora, el PP ha solido abstenerse o votar en contra de las decisiones que tengan contenido deslegitimatorio del régimen de Franco. Alguno de sus más señalados políticos, como el señor Mayor Oreja, ha hecho declaraciones muy reveladoras del espíritu conservador, como la que afirmaba que el franquismo había sido un tiempo de una "extraordinaria placidez".

Visto lo anterior sólo cabe decir respecto a la acusación de estar estableciendo una dictadura en España que el PP debiera ser el primero que supiera que no hay tal cosa y que, antes al contrario, son las organizaciones de extrema derecha en donde se concentran más nostágicos de la Dictadura. Y la cosa va de familia en familia. Hace poco, por ejemplo, el suegro del señor Ruiz Gallardón, el ex-ministro franquista José Utrera Molina, que había publicado un libro de memorias cuyo título lo dice todo, Sin cambiar de bandera, el señor Utrera, digo, protestaba de que el Ayuntamiento de Madrid despojara a Franco de algunos de los titulos y honores que las instituciones tenían que dedicarle a lo largo de su incalificable mandato.

Pero, además, déjense Vds. de monsergas con dictaduras y dictaduros: si tienen algo substancial, vayan a los juzgados y, entre tanto, expliquen cuánta de su gente está pringada en el macrocaso de corrupción Gürtel, cuánto inero se han llevado, cuántos contratpos fraudulentos han otorgado, cómo han esquilmado las arcas públicas, de qué forma se espían los unos a los otros y cuántos más delitos han cometido. Eso es lo que importa a la opinión pública y no las fantasías sobre una dictadura imposible de los herederos ideológicos de la más larga que ha habido en España.