dimarts, 11 d’agost del 2009

El chapapote de la corrupción.

Como cuando el petrolero Prestige se hundió frente a Galicia mientras el señor ministro de Fomento volvía de una cacería y el chapapote invadía las costas, se adentraba en las rías, se adhería a las rocas, tiñéndolas de una negro brillante y espeso ante la desesperación de un vicepresidente del Gobierno, señor Rajoy, quien apenas alcanzaba a balbucir excusas. Así mismo se extiende hoy el chapapote de la corrupción por todos los puntos de la geografía española y todos los itinerarios de la administración pública que hayan estado gobernados por gente del PP. Esa verdadera okupación del espacio público muestra que el procedimiento que aplicaban los presuntos delincuentes en varios lugares era siempre el mismo: contacto con un hombre adecuado del partido de la derecha y comienzo de explotación del negocio de contratos públicos obtenidos mediante cohecho.

A todo esto, la señora Barberá se encuentra ya en el tercer estadio de su reacción ante la revelación de los regalos que recibía del Bigotes: negación, afirmación, negación. Su primera reacción fue decir que jamás había recibido nada regalado del Bigotes. La segunda, que todos los políticos reciben regalos, incluidas las anchoas del presidente del Gobierno. La tercera vuelve a ser que jamás recibió regalo alguno de la trama Gürtel. Es cierto, no recibió nada de la trama Gürtel porque la trama Gürtel es un concepto y los conceptos no regalan bolsos; fue el Bigotes quien hizo los obsequios de bolsos caros. Como, según reciente jurisprudencia, recibir regalos caros no es delito en los políticos, siempre que no haya un vínculo de causalidad con una contraprestación ilegal, toda la cuestión reside en averiguar ahora si el hecho de que la señora Barberá presidiera en su día la Federación Española de Municipios y Provincias (FEMP) que es la entidad que otorgó los contratos tiene algo que ver con la recepción de esos feísimos bolsos que a ella deben de antojársele el colmo de la elegancia.

Pero, por ahora, a reserva de lo que se sepa más tarde y sin que medie campaña estatal de intoxicación alguna, cabe decir que allí donde gobierna el PP, hay tomate. Lo que sucede es que luego se les da bien en los tribunales. Véase como ejemplo el caso del señor Fabra en Castellón.

(La imagen es una foto de 20 Minutos, bajo licencia de Creative Commons).