Lo más característico de las elecciones del domingo es que allí donde menudean las acusaciones e imputaciones penales a los dirigentes del PP este partido haya obtenido sus mejores resultados. Los bastiones electorales del PP, Madrid y Valencia coinciden con las dos Comunidades Autónomas en las que hay más y más encumbrados dirigentes de PP procesados por presuntas corruptelas. Tanto que da la impresión de que los electores de este partido están inmunizados contra el escándalo de los comportamientos supuestamente corruptos si son de los suyos y en modo alguno si pertenecen al campo adversario. Ese asombroso 52,27 por ciento del voto a favor del bien trajeado señor Camps en Valencia y ese 48,61 por ciento a favor de la señora Aguirre en Madrid, nido de presuntos espías parecen probar que a los electores del PP estos asuntos de pública moralidad no les importan. Tanto es así que los propios interesados han acabado elaborando una teoría mejor o peor traída sobre la función catárquica de las elecciones. Cada uno lo ha hecho a su manera, con su peculiar estilo, pero todos lo han hecho y merecen nuestro reconocimiento.
Así, la señora De Cospedal, en la línea antiinquisitorial de su maestro, señor Rajoy, sostiene que la victoria del PP se ha logrado precisamente porque se hizo frente a un ataque muy especial y agresivo por parte de los socialistas. De esta forma, los resultados electorales vienen a ser una froma de exoneración de quienes han sido tan injustamente perseguidos. Es aquí irrelevante que los imputados de su partido no lo estén por órgano alguno del PSOE sino por los tribunales ordinarios de justicia.
A su vez, el señor Camps, sin duda emocionado por esa apabullante reacción de sus paisanos, se ha lanzado en plan estratega, hablando de una moción de censura a Zapatero. Seguramente se ve ya en el lugar del señor Berlusconi, capaz de modificar las leyes para irse de rositas en sus numerosos líos con la justicia.
Otro imputado y con petición de pena, el señor Fabra, presidente de la Diputación de Castellón razona de una forma bien pintoresca. A su juicio, a la gente no le importa saber si Fabra o Camps son culpables o no que eso ya lo dirán los tribunales. Entre tanto, la gente está a lo que está, que es a llegar a fin de mes. Hasta se podría pensar que se defiende la idea de que, si se consigue que la gente llegue a fin de mes, el resto no importa.
Por último, la dama de la Comunidad de Madrid minimiza y relativiza la acusaciones y habla asimismo de ilusión gastada, de imposibilidad de Zapatero de seguir y de cómo el "radicalismo" del PSM hará que el socialismo llegue a la insignificancia.
De todo esto se sigue, evidentemente, que las trapacerías, mangancias, desaguisados y simples estafas posibles de los dirigentes del PP no precisan pasar por los cauces ordinarios de la administración de justicia sino que basta con que sus presuntos responsables se presenten ante el pueblo, reciban el apoyo de sus pares (pares en el presunto latrocinio) y los electores encantados de purificar esas adherencias, esas impurezas involuntarias que el generoso ejercicio de la función pública procura.
Y aquí paz y después, gloria. Que esto es España, señor mío.
( La imagen es una foto de Periódico La Democracia, bajo licencia de Creative Commons)