En el juicio por el lamentable asunto de las identificaciones falsas de los cadáveres de los militares españoles muertos en el accidente del avión Yakovlev 42, que se inicia hoy en la Audiencia Nacional resulta obvio que falta el señor Trillo. Era el ministro de Defensa cuando se produjo el accidente y tuvo lugar el pandemonium posterior que desembocó no solamente en una gran injusticia al entregar a unos familiares los restos de otros sino en un desaguisado administrativo típicamente español en el que las cosas se hacen de cualquier manera para dar la impresión de que se cumplen las normas y los planes, con desprecio absoluto a los derechos de las personas vivas o muertas. Un ridículo de consuno con una canallada. Y es justo que alguien responda ante los tribunales por todo ello, a pesar de que han pasado seis largos años y ha sido necesario luchar con denuedo contra todo tipo de trabas para conseguir que se haga justicia. ¿Se hará ésta si en el proceso ni siquiera comparece el máximo responsable político y administrativo de aquella situación y a quien obviamente se debe imputar la responsabilidad última de la decisión de repatriar unos cuerpos de cualquier modo, resultando que estaban erróneamente identificados?
Ya sé que el asunto es perfectamente legal y se ha preparado a conciencia. Ya sé también que el señor Trillo ha respondido a todas las requisitorias de los tribunales. Es cierto que por escrito y acogiéndose a todo tipo de privilegios; pero lo ha hecho. Ya sé asimismo que si el tribunal no ha considerado precisa la presencia del señor Trillo en el procedimiento ni como testigo habrá actuado correctamente. Pero todo ello no evitará la obvia sensación de que, al final, como siempre, van a pagar los subordinados sin que a partir de cierto punto en la jerarquía se admita no ya culpabilidad sino responsabilidad alguna. Y eso, dado el carácter jerárquico de la administración, especialmente de la militar, es poco creíble.
En su defensa dice el señor Trillo a quien quiere oírle que él es el único que "ha dado la cara por los militares" y que otros los han dejado solos. A primera vista parece lo contrario. Que el señor Trillo no hizo nada porque los familiares de las víctimas, convertidos a su vez en víctimas por la gestión de departamento, recibieran justicia es evidente y, si no lo fuera, lo evidenciará para siempre aquel innoble gesto suyo de arrojar un euro a una periodista que preguntaba por el asunto.
Retrasar el la solución al problema cuanto se pueda y tratar de que no se lleve ante los tribunales puede entenderse como un modo de "dar la cara" por los militares implicados, el modo de la España tradicional de la picaresca. El de la nueva España democrática consiste en exigir que se aclaren todas las responsabilidades desde el primer momento, facilitar el funcionamiento de la justicia y presentarse al frente del pelotón de los hombres bajo su mando asumiendo la parte de responsabilidad en sus actos que le corresponda incluso aunque objetivamente no la tuviere. Que está por ver.
Por todo ello resulta sarcástico que sea el señor Trillo el encargado después en el PP de exigir en los demás comportamientos que él no ha tenido.
(La imagen es una foto de Público, con licencia de Creative Commons)