Hubo un tiempo en que la izquierda española miraba a la italiana con admiración y sana envidia. Se estudiaba y se comentaba a Gramsci, se escuchaba con respeto a Enrico Berlinguer, como se había escuchado antes a Palmiro Togliatti, se leía a Giorgio Napolitano (hoy presidente de la República), Umberto Cerroni, Galvano della Volpe, Norberto Bobbio, Rossana Rossanda, etc, etc. Eso se ha acabado. Desde los años noventa, la izquierda italiana ha entrado en barrena. La dimisión ayer de Walter Veltroni, secretario general del Partido Democrático pareciera venir a darle la puntilla.
En este desastre parece haber razones específicamente italianas y otras propias de la izquierda en el mundo occidental. Entre las italianas se cuenta en primer lugar el problema de legitimidad del comunismo. Con el hundimiento de la URSS, el Partito Comunista Italiano, antes el más poderoso de Occidente, pues llegó a alcanzar el 33 por ciento del voto en los años setenta, juzgó oportuno camuflar su identidad comunista (como había hecho el Partido Comunista de España en los ochenta al crear IU) e inició una serie de mutaciones nominales hasta acabar en esos "Demócratas de la izquierda" que se unieron con otras fuerzas de centro y centro izquierda para formar el actual Partido Democrático (PD). Pero el problema de legitimidad comunista persiste y únicamente se agrava cuando, para sobrevivir, se arropa (como el español) con una miriada de partidos y partidillos que hacen muy difícil una acción unitaria. Distingo en el actual PD hasta catorce facciones, sin contar los dos aliados externos con los que perdió las elecciones de 2008, esto es, el Partido Radical e "Italia dei Valori" de Antonio di Prieto, por quien se pronunciaba Paolo Flores d'Arcais hace un par de días en El País en un artículo cuyo título lo dice todo: Italia necesita una oposición a Berlusconi, lo que implica que el PD no lo es. Y el asunto es grave porque si el PD obtuvo el 33,2 por ciento del voto en 2008, Italia de los Valores se quedó en el 4,4 por ciento. Y sin embargo es cierto que el PD no es oposición para Berlusconi en primer lugar porque un partido compuesto por catorce corrientes no es un partido sino una corrala. Cierto, es la tradición italiana: en sus tiempos áureos, la Democrazia Cristiana (cuya izquierda está hoy en el PD) llegó a albergar ocho corrientes; pero el fraccionamiento actual es peor porque se enfrenta a una derecha crecida y no muy unitaria pero sí infinitamente más que la izquierda; y en segundo lugar porque esas corrientes internas de la izquierda suelen ser partidillos cabezones, esto es, de escasa implantación pero con líderes rutilantes, algunos más que el propio Veltroni (D'Alema, Rutelli, Prodi, Zanone; por no mencionar los "externos" Di Prieto y Panella) con lo que el PD tiene un grave problema de liderazgo, como todos los medios han señalado al valorar la dimisión de Walter Veltroni/Walterloo ; y la corrala se convierte en una jaula de grillos.
La razón común a la izquierda occidental es la paradójica situación en que ésta se encuentra y sobre la que Palinuro está preparando una entrada para próximas fechas. La izquierda se sentó a ver pasar el cadáver de su enemigo, éste está pasando bajo la forma de la esperada crisis general del capitalismo pero ella carece de programa, propuestas, ideas concretas que ofrecer como alternativa. Hasta la fecha, que yo sepa, ningún partido electoralmente relevante de izquierda (reitero lo de electoralmente relevante para ahorrarme las recriminaciones de los "auténticos comunistas de Olivejos del Valle", etc) ha propuesto algo distinto a medidas reformistas para salvar y restaurar el capitalismo. Ni una sola alternativa. Así las cosas, parece lógico que el electorado se incline por los partidos que, por unidad y consistencia prometan de modo más creíble retornar a la senda del desarrollo capitalista, crecimiento sostenido y pleno empleo que en unos sitios serán de derecha (como en Italia o en Francia) y en otros de centro-izquierda (como en España) pero en ningún caso considerará experimentos como el PD italiano que ya fracasó bajo las bucólicas formas de la Margarita y el Olivo.
(La imagen es una foto de 20 Minutos, con licencia de Creative Commons).