diumenge, 8 de febrer del 2009

La corrupción está en dónde está.

Es curiosa la unidad de acción de la prensa de la derecha. Ninguno de sus periódicos impresos o digitales concedió ayer titulares a la supuesta trama de corrupción que implica al PP prácticamente a todos los niveles de gobierno. Algunos omitieron la noticia por entero y otros la redujeron a unas líneas perdidas en relaciones de "otras noticias". Hay que ver cómo prevalece la ideología y el partidismo hasta sobre los intereses comerciales. Porque la noticia es un bombazo que tiene un potencial destructivo incalculable.

Pues bien hasta El Mundo, un diario muy atento a las cifras de difusión, se perdía este bocato di cardinale, relegaba la noticia a un lugar poco destacado y, además, la presentaba desmereciéndola y afirmando que alguno de los detenidos por la tal trama de corrupción ya aparecían en informes y dossiers de hace dos años, como si esto restara un ápice de importancia a un asunto que por fin permitirá dilucidar ante los tribunales unos comportamientos y hechos que son de conocimiento general en el país y objeto de todo tipo de habladurías, referentes a las relaciones de los políticos del PP con cargos en las administraciones locales con el mundo de la empresa. Se trata de una tangentopolis gigantesca que afecta a muchos lugares de España y uno de cuyos símbolos es el llamado "caso Fabra" que todavía no ha podido ventilarse judicialmente debido a las maniobras dilatorias de las autoridades conservadoras y en el cual se ha dado el chusco intento de chantajear a un abogado de la acusación protagonizado por unos falsos empresarios que, al parecer, eran empleados de Intereconomía el grupo de comunicación de la derecha extrema que hace unos días patinaba majestuosamente con el vídeo del Gran Wyoming. Todo un portentoso lío.

Luego de un día de silencio, Libertad Digital llevó la noticia a portada, pero para presentarla dando la palabra al inefable señor González Pons para quien dicha supuesta trama se encuadra en una estrategia de eliminación del PP, lo que debe de querer decir que no hay tal trama y que, por lo tanto, la seis personas en los calabozos a disposición judicial deben de ser objeto de una especie de secuestro ilegal perpetrado por la policía y los jueces. No se crea que exagero. El mismo señor González Pons afirma que estos asuntos se mueven por intereses electorales del PSOE que se vale para ello de la justicia y la policía. Por supuesto, afirmaciones que no están respaldadas por prueba alguna, puros disparates.

En esto de valerse (o intentar valerse) de los jueces y la policía para obtener sus objetivos políticos el PP podría dar un máster, como se ha podido comprobar abundantemente en los últimos años, muy en especial durante el proceso por el 11-M en Madrid. A propósito, permítaseme una breve digresión sobre esta socorrida táctica de la derecha de acusar a los demás de hacer lo que ella hace que siempre me ha llamado la atención y que es una mezcla curiosa de comportamientos en la que entran a partes iguales la desvergüenza, la demagogia y la neurosis pero, que yo sepa, carece de nombre. Y habría que ponérselo porque es un recurso muy característico: se crispa la vida política cuanto se puede (por ejemplo en la legislatura anterior, aunque hay muchos más casos) y se acusa a los oponentes de crispar; se manipulan los medios de comunicación hasta convertirlos en oficinas de agitprop (por ejemplo, Telemadrid) y se acusa a los demás (que no han hecho ni la décima parte) de manipular; se instrumentaliza la lucha antiterrorista con fines electorales (por ejemplo, el señor Aznar con motivo del asesinato de Tomás y Valiente) y se acusa al adversario de hacerlo él y así de modo permanente y continuo. Es una táctica inveterada de la derecha y es curioso que no tenga un nombre. Cuando menos no lo conozco. Podría llamarse "el argumento boomerang" que capta la idea, pero no me parece satisfactorio. A ver si a alguien se le ocurre alguno porque es un recurso muy evidente. No es el socorrido "y tú más" que la señora Aguirre borda con su chulapería proverbial sino que consiste en acusar a los otros de hacer lo que uno hace al tiempo que se niega airadamente estar haciéndolo.

En todo caso, por más que se recurra a este y otros procedimientos ya nadie podrá detener la catástrofe del PP al que a dos semanas del comienzo de la campaña electoral le ha estallado en los morros un feísimo asunto de corrupción que viene a agravar el de espionaje en la Comunidad de Madrid que la señora Aguirre trata de ocultar tras la triquiñuela de una comisión amañada sin darse cuenta de que, al haber una investigación judicial paralela, el resultado será demoledor para ella, cuando los tribunales condenen a quienes ella absuelve.

Entiendo los argumentos del señor González Pons al decir, algo angustiado, que su partido es un partido honrado y sus militantes gente honrada. No lo dudo y simpatizo con su queja. El PSOE pasó por una experiencia similar hace unos años, cuando le brotaron docena y media de Rubios, Roldanes, Urralburus y Otanos y ahí se pudo ver que su condición de partido honrado con militantes honrados no era obstáculo para que, si no se da la debida vigilancia, proliferen los ladrones, randas y sinvergüenzas. Pero en el caso del PP hay otro elemento concomitante que no puede ignorarse. ¿A dónde hemos de pensar que dirigirán sus pasos los mangantes y corruptos preferentemente, a un partido que da más valor a lo público que a lo privado o a otro que hace al revés y que, además, tiene como norte y guía privatizar todos los bienes y servicios públicos que pueda? ¿En dónde hay mejores perspectivas de hacer negocios dentro o fuera de la ley? ¿No es obvio? Siempre he encontrado muy significativo que el término inglés para designar a los piratas sea privateers. Efectivamente, la piratería es privatización y en toda privatización hay mucho de piratería.