Leo que la señora Rosa Díez reparte mandobles en todas direcciones y considera una desgracia que coincidan a la vez el peor Gobierno y la peor oposición. Es un misterio por qué lo considera "una desgracia"; debiera felicitarse por ello puesto que así, llegado el momento, la gente acudirá en masa a votarla a ella y a su formación política que son los únicos que, al parecer, saben qué es lo que hay que hacer.
Yendo ya hacia el año de la legislatura, es razonable reflexionar sobre qué significa la presencia de UPD y de la muy activa señora Díez. Y no es difícil: es la presencia del populismo. Un populismo que empieza por el nombre de la formación, UPD, que rehúye el término "partido". Los partidos son la bicha de los populistas, empeñados siempre en que ellos hablan en nombre del pueblo y no de una miserable facción. Así empezó también el señor Fraga, fundando algo que se llamó "Alianza Popular". Alianza, Unión... la idea es siempre la misma: que no los asimilen a un partido. Aquella Alianza mutó luego en una Coalición Democrática y sólo al final, habiendo aceptado las convenciones democráticas y aferrados al éxito del Partido Popular Europeo, los conservadores admitieron el odiado término. UPD, no. Ellos no son un partido; son la Unión, el Pueblo, el Todo. En fin...
O la Nación. UPD nace como un issue party o partido monotemático: la defensa de la nación española frente a los nacionalismos disgregadores. Es un tema que, en efecto, cuenta con amplio respaldo electoral en España, donde hay cierto hastío ante lo que se ve como quejas, agravios, reclamaciones y atropellos permanentes de aquellos nacionalismo periféricos. Se configura así como un partido nacionalista en defensa del supuestamente agredido pueblo español. Su segunda raíz populista.
Pero ese carácter monotemático no es suficiente para diferenciar a UPD de un mero grupo de presión. Si, como sucede de hecho, funciona como partido, la gente quiere conocer qué piensan UPD y la señora Díez, que es la única que habla, de los demás asuntos que pueblan la vida política. Y aquí es donde de nuevo sale la, tercera, veta populista: el partido se define a contrario de los otros dos nacionales con una negación dual: no vale la derecha ni tampoco la izquierda. UPD no es de derecha ni de izquierda. Como casi todos los populismos y dejo ahí la comparación por no encontrarme con i soliti ignoti. ¿Y cómo se puede no ser de derecha ni de izquierda? Lo primero que uno piensa es: siendo de centro. Pero UPD rechaza expresamente el discurso centrista que es siempre moderado y circunspecto en tanto que ella, la Unión, tiene puntos de vista muy radicales en el monotema como reformar la Constitución y los estatutos de autonomía que sea necesario para retrotraer el Estado de las Autonomías a una fórmula menos centrífuga. El populismo no suele ser de centro sino que se considera por encima de la divisoria izquierda/derecha. Así es UPD: está por encima, al margen de la división tradicional y los partidos tradicionales no la entienden.
Y es que hay poco que entender porque en los demás asuntos programáticos que no son la Nación Española reina la más alegre de las indeterminaciones, como en los buenos populismos. Por ejemplo, sostiene la señora Díez que el PSOE está llevando una política económica fracasada. ¡Cáspita! Teniendo en cuenta que la política económica del PSOE es en lo esencial la misma que la de los demás países avanzados, incluidos los Estados Unidos, resulta que según la señora Díez todo el mundo se equivoca... menos ella, es de suponer. Sería bueno que, a su vez, expusiera las líneas maestras de una política económica que no fracase. Pero no haya cuidado porque nunca sucederá; los populistas no suelen tener propuestas positivas concretas en nada.
A su vez, la crítica de la señora Díez al PP no es más afortunada sino que es una mera e inadmisible argumentación ad hominem (aunque se trate de un partido), diciendo que está "cargado de complejos y de hipotecas y que no es alternativa de nada". Es como si alguien dijera de la señora Díez que está cargada de ambición personal, de narcisismo y de resentimiento contra su viejo partido cuando no sólo no consiguió que la eligieran para la Secretaría General sino que obtuvo una cantidad ridículamente baja de votos.
(La imagen es una foto de Chesi - Fotos CC, con licencia de Creative Commons).