Recordarás amable lector que hacia el 15 de noviembre del año pasado, el señor Bush, entonces presidente de los EEUU en lo que ahora parece ya otra era dos meses y medio después, convocó en Washington nada menos que una Cumbre sobre los mercados financieros y la economía mundial a la que acudieron los veintiséis dirigentes mundiales más importantes, entre ellos el señor Rodríguez Zapatero, que casi convirtió su asistencia en un casus belli. También hubo dos mujeres, esto es, algo así como el siete por siento de la cumbre. Está más que claro que la llamada Comunidad internacional es "andrócrata". Y estos son los avanzados. Cierto que también hay otros merluzos que dicen que el auge del feminismo es un negocio como cualquier otro por el que las mujeres duplican su beneficio, una parte como objeto de privilegios por ser minoría discriminada y otra en aplicación de la legislación de igualdad. Pero ese injusto spillover de las políticas de la igualdad, por lo que se ve, no alcanza a las cumbres, reinos incontrovertidos de la más próvida virilidad.
En todo caso la expectativa frente a la cumbre era extraordinaria porque iba a ser la reunión en que se dictaminaría qué clase de crisis es ésta y qué medidas pueden tomarse para encajarla, minimizarla, soslayarla. Sin embargo el resultado no fue muy notable como se prueba por el hecho de que dos meses y medio después de la celebración del evento prácticamente nadie se acuerde del piloto o el jefe de la misión ni de lo que quería. Era una reunión importante por su finalidad, consistente en poner en marcha los mecanismos adecuados para salir de la crisis. Nada menos. Fue un hecho típicamente "global": se dio en todo el mundo, pero no tuvo efecto en parte alguna. Al mando de la nao capitana estaba entonces Mr. Pato Cojo que ya sabía que no podía hacer nada porque su sucesor lo desharía en un par de meses, como está viéndose que hace con Guantánamo, las células madre, etc.
La memoria de aquella reunión no se ha conservado en la de la gente salvo, al parecer, en la idea de que si alguien puede sacar al mundo de la crisis son los Estados y en concreto los Unidos. Eso es lo que ha venido a repetir la declaración de la reunión anual de Davos, lugar en que se pasó una temporada Hans Castorp en la montaña mágica, y en el que se reúnen políticos, millonetis, famosos e importantes para asperjar sobre la humanidad expectante el maná de su sabiduría infinita. En la última reunión se ha decidido decir a los Estados que tienen que enderezar el mundo. ¿Quién? Los estados. El Estado.
El Estado. Quizá alguien debiera avisar al señor Aznar, antes de que le hagan una estatua en el Museo de Mme Tussaud como ejemplo de político freak.
La Cumbre de marras es el renacimiento del Estado. Un renacimiento quizá no, pero sí buena época para lo que el Estado sabe hacer muy bien que es la política y lo legal; medidas políticas y jurídicas. Si en estas condiciones en que los banqueros y los empresarios a una junto a los estadistas y los millonarios piden la intervención del Estado alguien dice que el error está en la intervención del Estado realmente tiene su aquel.
¿Qué tiene que hacer el Estado en primerísimo lugar? Darse cuenta de que una crisis de carácter global no puede resolverse en los marcos de los Estados nacionales, sino que hay que ir a un marco resolutorio (con condiciones distintas según los casos) de carácter global. Pero todo lo relativo a "gobierno mundial" en cualquiera de las vertientes es de escalofrío y confieso que no se me ocurre cómo se puede hacer ver como razonable algo que en verdad es de escalofrío. Por ejemplo, ayer se veían imágenes de trabajadores británicos manifestándose en huelga en contra de los trabajadores no extranjeros. Una de bravas pro el internacionalismo proletario. El socialismo mundial está a la vuelta de la esquina con esto de la crisis general del capitalismo. Esas cosas serán cada vez más frecuentes en la medida en que la crisis vaya haciéndose más general y difícil de tratar.
Seguramente el tercer milenio, al que no han llegado muchos de nuestra generación, extraerá experiencias y fijará conocimientos para casos extremos pero no considerándolos necesarios sin más. Eso de pensar la revolución como algo distinto del presente ha resultado en imposible. La revolución es hoy, ahora.