Una de las características principales de la llamada izquierda abertzale, si no la principal, es su contumacia en el error. Parece que hoy se presenta en Bilbao una plataforma llamada Demokrazia 3.000.000 (D3M) que pretende aglutinar a la dicha izquierda en las elecciones autonómicas del 1º de marzo próximo. Se trata de recoger el voto que no pueden llevarse Batasuna, PCTV, ANV, todas ellas sucesivamente ilegalizadas por los tribunales en aplicación de la Ley de Partidos. Para esta vez la Fiscalía está preparada y, según parece, se escudriñarán las listas de D3M cuando se presenten y lo más probable es que la nueva formación corra la suerte de las otras, sea ilegalizada y la izquierda independentista quede fuera del Parlamento vasco.
Es una táctica difícil de entender desde el punto de vista de la humilde racionalidad de costes beneficios. Sin duda debe de tener una fuerte faceta simbólica que colme las aspiraciones de quienes promueven estas candidaturas: mostrar que el "Estado español" ilegaliza las formaciones independentistas. Sin embargo este punto de vista es manifiestamente falso. Basta con ver que en el Parlamento catalán está representada ERC que no es menos independentista que la sopa de letras vasca. El Estado español no ilegaliza formaciones independentistas sino organizaciones violentas o que hacen apología de la violencia, que no es lo mismo. Y lo hace en virtud de una ley que será mejor o peor (a mí me gustaría verla derogada) pero, mientras esté en vigor, es la ley y hay que respetarla.
La contumacia de la izquierda abertzale tiene una explicación en tres órdenes distintos.
El primero, por si cuela, consiste en ir adelante en fraude de ley (esto es, no cumpliendo sus requisitos), suponiendo que las autoridades no reaccionarán cosa que, ya se ha visto, es imposible.
El segundo, somos víctimas, consiste en explotar esa situación de reprimidos en la vana esperanza de que alguien crea que la ilegalización es a causa de las ideas y no de los incumplimientos de la ley.
El tercero, a las órdenes jefe, es que la izquierda abertzale va a remolque de las decisiones de ETA porque ha permitido que se dé esa fatal inversión de que el brazo armado del movimiento prevalezca sobre el político, lo que es un disparate.
Si la izquierda independentista vasca quiere estar en el Parlamento autonómico lo tiene muy fácil: basta con que cumpla la ley, cuya derogación puede pedir luego con toda legitimidad. Empeñarse en no hacerlo así, en querer burlar la norma es ignorar algo elemental: que en democracia sólo se es eficaz desde las instituciones. La política callejera es testimonial y simbólica pero, existiendo la vía institucional, no conduce a nada.
Por eso es tan admirable la contumacia en el error de esta gente.
(La imagen es una foto de larbelaitz, bajo licencia de Creative Commons).