Según puede leerse en El País, "La Audiencia de Barcelona ha condenado a cuatro años y un día de prisión a Gabriel Alejandro Fernández, el propietario del bar 242 de la calle Entença de Barcelona, por los ruidos procedentes de su local, que estuvo funcionando ilegalmente como after hour, por lo que acumuló 32 denuncias de los vecinos".
Perfecto, me parece perfecto y quien lea el artículo completo verá que la Audiencia ha sido muy benigna con un menda que estuvo meses torturando a docena y media familias que no podían dormir y necesitaron asistencia psiquiátrica. No obstante es una buena medida y hay que seguir por ese camino. Nuestro país, un país de energúmenos inciviles e incultos que creen que cuanto más ruido metan más graciosos son, o más hombres, o más guapos o qué se yo, tiene que ir aprendiendo modales y lo que no se aprenda en las escuelas, que se aprenda en la cárcel, que es en donde deben estar todos los imbéciles que arman ruido con desprecio hacia la tranquilidad pública.
Los lectores de Palinuro saben que ésta es cruzada especialísima en este blog como pueden comprobar si van a las etiquetas de la derecha y ven que, con la de hoy, hay once entradas sobre este vicio nacional. Nada: el sujeto ese cuatro años y un día al talego y que se dé con un canto en los dientes. Yo le hubiera mandado al trullo los quince años que pedía el fiscal. Y a ver si cunde el ejemplo y se afina un poco más. Por ejemplo: ¿por qué hay que soportar que todos los bares en Madrid tengan la TV puesta a toda pastilla cuando no la mira nadie? ¿No es de cretinos?
(La imagen es una foto de furiousgeorge81, bajo licencia de Creative Commons).