Al conocerse los datos del barómetro de julio del CIS, claramente desfavorables al PSOE en estimación de voto casi idéntica a la del PP, el presidente del Gobierno en rueda de prensa dijo eso que suelen decir los políticos cuando los sondeos les son desfavorables: que el verdadero sondeo es el día de las elecciones, cuando ya no es sondeo, pues la cosa va en serio. Al mismo tiempo atribuyó la escasa estimación de voto del PSOE (39,5% en julio de 2008 contra 43,87% de voto verdadero el pasado nueve de marzo) al "frenazo", vulgo crisis, de la economía. Ya dije ayer que era una interpretación mecanicista, que daba por supuesto que la gente penaliza al Gobierno por algo de lo que el Gobierno no es culpable; aunque no todo el mundo está de acuerdo con esta opinión ya que los gobiernos suelen atribuirse el mérito de las épocas de bonanza económica pero no el demérito de las épocas de crisis. En todo caso decía servidor que más parece que la gente, los votantes, el demos, como dicen mis colegas, el pueblo en fin castiga al gobierno por no hacer las cosas bien frente a la crisis, lo cual es una interpretación muy distinta. Veamos: en el barómetro del mes pasado, a la pregunta de cuáles son los objetivos que este país debe marcarse para los próximos diez años en primer lugar y en segundo lugar, la respuesta fue:
Eso el mes pasado. ¿Ha frenado el Gobierno los precios? No. Pues es evidente que lo hace mal. Si, en vez de los barómetros nos vamos a las series históricas del CIS, que muestran la evolución de los indicadores el asunto no ofrece dudas. En cuanto a los indicadores económicos el cuadro del CIS es el siguiente:
Es decir, la situación está negra hace ya más de un año. La crisis estalló hace ¡doce meses! con el pinchazo de la burbuja de las subprime. Con todos mis respetos hay que ser un poco merluzo para obstinarse en no llamar a las cosas por su nombre. Revela una mentalidad como vudú o algo así: la creencia de que si no nombro lo malo lo malo se va. Para exorcistas iban estos. La gente, que no es tonta (aunque todo gobernante parece acabar creyendo que sí; si no tonta tonta, cuando menos crédula), echa la culpa al Gobierno, valora fatal la situación política y peor la perspectiva. Véase:
El hundimiento de marzo de 2003 corresponde a la guerra del Irak. Si nos fijamos, hay una trasposición mecánica del pesimismo económico al político porque, en definitiva, la situación política hoy en sí misma está bastante bien: mucha menos crispación, pactos por doquiera, relativa estabilidad parlamentaria, sin conflictos exteriores, etc. Si embargo, el panorama es negro. Y tanto más cuanto que la misma gente que ve mal la labor del Gobierno, ve peor la de la oposición:
Obsérvese que hablamos de series históricas, de tendencias, no del aquí y ahora. Da miedo la diferencia entre la valoración de la gestión del Gobierno y la de la oposición. Y no es solamente en el tiempo del giro al centro del PP sino que esta distancia se mantuvo a lo largo de la legislatura 2004-2008, si bien parece que la distancia se ha aminorado útimamente aunque más por el descenso del PSOE que por el ascenso del PP. La interpretación es, en principio, que los españoles tienen en mal juicio al Gobierno (de hecho, el presidente suspende en popularidad, por debajo del 5 con 4,75 frente a 5,58 en abril, un descenso de 0,83 puntos; el Gobierno en pleno pincha) y también a la oposición (el señor Rajoy también baja hasta un 3,99, por debajo de 4,24 en abril, esto es, un descenso de 0,25, menor que la del socialista) lo que deja pocas opciones. Cuán desesperados deben de estar los españoles cuando el cuadro de estimación del voto es el siguiente:
La diferencia casi ha desaparecido pero no desde el comienzo de la crisis en agosto de 2007, sino desde las pasadas elecciones de marzo, cuando la gente se ha dado cuenta de que el Gobierno se limita a negar que haya crisis, no hace nada por combatirla y lo poco que hace, mejor fuera que no lo hiciese.
((Pequeña digresión: este indicador permite ver lo falso de la idea de que las elecciones de marzo de 2004 las decidieron los terroristas, que fueron quienes cambiaron el gobierno de España. De eso nada: el Gobierno de España hubiera cambiado aun sin terrorismo.))
Para saber hasta qué punto la gente no solamente no es tonta sino que tiene un ojo crítico tremendo, véanse las puntuaciones de los distintos miembros del Gobierno, recordando, además, que todos bajan:
¿Hay alguien en desacuerdo con esas cantidades? Empiecen por la cola que es donde está la gracia. Ese 3,62 de doña Bibiana Aído traduce la opinión general más o menos corroborada por los hechos hasta la fecha de que se trata de una enchufeta del partido al frente de una responsabilidad que la desborda. Lo cual es lógico y era de esperar: uno no pone al frente de un ministerio de nueva planta a un bisoño sin experiencia alguna cuando está todo por hacer, empezando por convencer a la opinión de que ese ministerio que no es de nada concreto sino de una relación social, tiene sentido.
El 3,90 de la ministra de Fomento, una veterana, traduce una desesperación generalizada frente a una gestión en la que las chapuzas (heredadas, desde luego, de las del PP que fueron monumentales) han resultado ser norma con una ministra sandunguera que dice que ella no dimite mientras el presidente del Gobierno le mantenga la confianza, lo que es una perogrullada y una pequeña infamia (sin duda involuntaria) al mismo tiempo. La perogrullada porque si el presidente le retira la confianza, ella ya no dimite sino que la destituyen. La pequeña infamia: ¿quiere decir la señora ministra que si su conciencia le dijera que debía dimitir pero el presidente le mantuviera la confianza, no dimitiría?
El tercer peor valorado, don Mariano Fernández Bermejo (4,05) paga, quizá con algo de injusticia, la mala opinión que genera su talante campechano y hasta un poco vivalavirgen con un cargo que se supone revestido de especial prosopopeya. De todos modos, tampoco parece que él haya hecho más que algunos malos ripios y muchas buenas promesas. Y lleva ya un tiempito.
La cuarta por la cola, con un 4,07, es la ministra de la Vivienda, doña Beatriz Corredor que se ha iniciado en el cargo en marzo mucho más como ministra al servicio de los señores del ladrillo que de la Vivienda. Para un país en el que los jóvenes llevan años manifestándose al amargo grito de: No vas a tener una casa en tu puta vida, esta ministra es una desgracia.
Del quinto por abajo, señor Sebastián, con un 4,21, hay poco que decir salvo extrañar que no esté parejo con la señora Aído, aunque con dos planes más miríficos y arbitristas improvisados como el que acaba de presentar (y el Gobierno de aprobar, hay que fastidiarse) para ahorrar tropecientos miles de millones de barriles de crudo dentro de siete años con una bombilla el hombre lo consigue.
Los demás ministros pueden darse por aprobados, teniendo en cuenta que le gente es muy rácana, muy hueso a la hora de calificar; y muy exigente. Por eso tienen especialísimo mérito las notas de la señora Fernéndez de la Vega (5,35), Carme Chacón (5,24) y Alfredo Pérez Rubalcaba (5,09). La gente premia a los de la cachiporra, pero porque lo hacen bien; estos, incluso, muy bien y el resto de sus colegas aceptablemente bien.
Lo peligroso aquí es el descenso en la valoración del Presidente que quiere decir que la gente personaliza con bastante exactitud la rsponsabilidad por la mala gestión y lo hace en una cabeza del ejecutivo que, por algún motivo poco comprensible, no parece tener las ideas claras., aunque quiera dar la impresión de que sí. Si este mensaje de la oposición cala, que está calando, el Gobierno sin mayoría parlamentaria va a encontrar problemas.