Después de participar en las jornadas de TICs y comunicación política, en el que también ha intervenido el senador Iñaki Anasagasti a cuenta de su blog de nombre Iñaki Anasagasti, nos fuimos a recorrer Teruel, a contemplar las magníficas torres mudéjares como la de San Martín, aquí a la izquierda, que le han valido a Teruel la designación de "patrimonio de la Humanidad", de la UNESCO, ese estúpido galardón que no puede tenerse de pie ante cualquier consideración crítica, por mínima que sea, pero que todo el mundo codicia con ahínco para fomentar su negocio turístico o reclamar subvenciones de acá o de allá. Y digo que es estúpido porque, sobre no añadir nada al valor artístico o paisajístico o cultural de los objetos que designa, pretende adjudicar una especie de propiedad o titularidad sobre un bien que jamás de los jamases ha estado en duda. Todo lo que laUNESCO designa patrimonio de la Humanidad era ya patrimonio de la Humanidad antes de que la UNESCO naciera. Y lo que no designa, también. Así que la organización podía haberse ahorrado la molestia y el ridículo, ya que el expediente sólo sirve para que los funcionarios internacionales justifiquen sus emolumentos y sus dietas y viáticos en los viajes a los lugares a los que van a "agraciar" con sus gracias.
Mucho menos conocido y celebrado que el mudéjar también el arte modernista (una especie de spill over catalán sobre las tierras de la Corona de Aragón) tiene dignos representantes en la capital del torico. No incluyo reproducción porque prefiero reservar el espacio para una de los célebres amantes en su mausoleo que fuimos a visitar, cómo no, porque es lugar casi obligado cuando se va con niños a los que hay que aleccionar desde chicos en los misterios del amor. Debe tenerse en cuenta, sin embargo, que en nuestra visita hay también un curioso elemento como de desagravio pues en la secular controversia acerca de la historicidad de los amantes, Juan Martínez de Marzilla e Isabel de Segura, el autor que asestó el golpe crítico más contundente y devastador a la leyenda fue precisamente mi bisabuelo don Emilio Cotarelo, en un ensayo titulado Sobre el origen y desarrollo de la leyenda de los amantes de Teruel, de 1903, publicado después como libro en 1907.
Desde entonces llevan los amantistas luchando denodadamente por demostrar de forma fehaciente que don Emilio estaba equivocado y que la leyenda tiene el riguroso origen histórico que ella se autoatribuye con fecha en 1217. Al respecto es de señalar que han hecho grandes avances puesto que descubrimientos documentales posteriores a la obra de mi antepasado, así como progresos en la lingüística histórica y disciplinas afines, permiten asegurar que ya se han levantado casi todas las objeciones de don Emilio; pero queda ese fatídico "casi". Aunque es parecer general entre los eruditos y estudiosos más solventes que ya "casi" cabe asegurarse la historicidad de los célebres amantes, sobrevive, ya digo, el "casi". Y mientras ese "casi" no esté eliminado, se mantendrá la hipótesis de mi bisabuelo de que la leyenda es una reelaboración de uno de los episodios del Decamerón, de Giovanni Bocaccio.
En el fondo, qué quieren Vds., el asunto no me parece muy relevante pues la leyenda me gusta en sí misma, como una variante de las de amores desgraciados, si bien en este caso con cierta impronta beatorra en la sumisión filial de Isabel y fijación con la virginidad, muy propias de la época, claro es. Y no hace falta decir que, cuando se descubra la prueba fehaciente de la tal historicidad, la leyenda no habrá ganado ni perdido nada porque el valor de las leyendas es de otro orden. Pero deseo que ese fin se alcance cuanto antes para que se cierre de una vez la herida en la negra honrilla turolense que, si bien no fue obra de mi antepasado (pues ya antes otros críticos pusieron en duda la historicidad de los personajes) sí alcanzó proporciones de llaga con su erudito estudio. Obsérvese cómo concluye el suyo un gran filólogo de Teruel, Conrado Guardiola Alcover, en una obra, La verdad actual sobre los Amantes de Teruel, Cartillas Turolenses, Instituto de Estudios Turolenses, 2004 (1ª ed.1998) en la que resume el estado reciente de la cuestión:
"De los seis puntos en que basó Cotarelo su teoría, cuatro han quedado desmentidos por la crítica moderna: la mención medieval que pedía existe; los documentos que despreció han salido a la luz con su nitidez original y han resultado auténticos; las obras literarias del siglo XVI no son la primera mención del tema amantístico; los estudios décimonónicos han sido superados por unos trabajos actuales que tienen, en su mayoría, todas las garantías exigibles. Sólo dos de sus argumentos pueden mantenerse y únicamente si se adopta una actitud rigurosamente positivista, como, en realidad, debe hacerse en toda cuestión tratada con seriedad científica. Es cierto que las momias no ofrecen la seguridad deseada para su identificación, pero el uso de este elemento como prueba ha perdido vigencia. Es exacto también decir que no hay en Teruel ni en España ningún texto ni referencia a los Amantes anterior a la fecha del Decamerón, 1350, pero los estudios comparativos e históricos han llegado a resultados que invalidan teóricamente las argumentaciones de Cotarelo. Por lo tanto, se puede afirmar que sus devastadoras conclusiones están hoy superadas en lo esencial, aunque todavía quede algún aspecto que deba explicarse con mayor firmeza." (p. 67)
Nada me alegrará más que, cuando mis hijos, los mayores y los pequeños, vuelvan a Teruel, vean que por fin se ha explicado "con mayor firmeza" lo que queda de las objeciones de su tatarabuelo en 1903.
Ciryl Connolly decía que ambicionaba escribir un libro que durase más de diez años, que era en donde tenía él fijado el grado de clásico. Si esto es así, don Emilio es diez veces clásico.
(La imagen de la torre de San Martín es una foto de Ángel de Olavide y la de los amantes una de Benet Joan Darder, ambas bajo licencia de Creative Commons).