diumenge, 4 de maig del 2008

Mayo de 1968 - mayo de 2008.

El mes de mayo es de mucha celebración. Tras haber posteado sobre el 1º de mayo obrero y sobre la heroica gesta nacional del dosde (dos veces, cual corresponde), lo hago ahora sobre el mayo del 68 a día ya cumplido y antes de que la avalancha de recordatorios, nostalgias, testimonios, eruditas disquisiciones y batallas de la guerra de Cuba, se convierta en un tsunami kitsch y espectacular.

Casi toda la gente que conozco más o menos de mi edad estuvo en París en mayo de 1968 porque París era entonces una fiesta. Yo no; yo no porque estaba en la cárcel y, más concretamente, por las fechas, en Carabanchel. La verdad es que emocionaba leer en la prensa lo que estaba pasando y verlo en la tele rodeado de muros y de rejas. Al menos para mí, que provenía de un movimiento estudiantil idéntico al que se echaba a la calle en el Barrio Latino. Me hice sesentayochero en una celda leyendo una entrevista a Cohn-Bendit en la que, a la pregunta de cuál era el pograma del Movimiento 22 de marzo que él encabezaba o algo parecido, contestaba: "¡No tenemos programa!" Eso me sonaba a música celestial y conclusión perfecta de la razón revolucionaria: una revolución no puede hacerse con un programa; es una contradicción en los términos. Con lo que me sentí muy liberado, después de haber hecho o ayudado a hacer no sé cuántas líneas ideológicas que nunca llevaban a parte alguna.

Si hablo del 68 es por lo que he leído (mucho, una gran parte de la documentación original), oído y visto. Ojeo interpretaciones a troche y moche que dan cuenta del 68 como el que lo hace del crak del 29, como un hecho único, salido literalmente de la nada, llovido del cielo, sin antecedentes pero con muchos consecuentes. Y las teorías abundan. Por mí, bien; estarán bien mientras hagan un sitio al Situacionismo, al Surrealismo y al increíble grado de politización de las universidades del mundo entero, desde Berkeley hasta Tokio, pasando por Berlín, Madrid o Roma. Porque París, mayo del 68, fue la escenificación mundial de un movimiento que venía de antes (la muerte de Beno Ohnesorg es de 1967 y el atentado a Rudi Dutschke de abril de 1968) y continuaría después, con la matanza de la Plaza de las Tres Culturas en México, en octubre de 1968.

Tengo por ahí pendientes de consideración un par de propuestas recientes en forma de ensayos que vienen a decir que el mayo del 68 fue, en realidad, padre del neoliberalismo y en buena medida alimentaba un espíritu nazi. Me parece fastuoso que se pueda ver nazismo en las motivaciones y pronunciamientos de los sesentayocheros. Es una imputación peregrina que solamente puede venir de alguien que, habiendo estudiado profundamente todo lo que tiene que ver con el 68, no tiene ni idea de cómo eran los nazis.

A todo esto, resulta interesante que, durante la campaña electoral a la Presidencia del República en Francia, el señor Sarkozy dijera que estaba dispuesto a acabar con el espíritu del 68. Cuando oí esto me quedé pensando qué significaba el espíritu del 68. Imagino que quiere decir acabar con el espíritu antiautoritario. Si es así, lo lleva claro porque no se puede, dado que el antiautoritarismo ha permeado toda la sociedad, incluidos sus dos núcleos constitutivos y reproductores, esto es, la familia y la empresa. El autoritarismo está mal visto hasta en el ejército

Suele decirse que es importante rememorar y estudiar y averiguar lo que pasó en mayo del 68 porque en ese momento está la raíz de nuestra época ahora, que debe de ser el motivo pr el que el señor Sarkozy desea acabar con su espíritu, porque no le gusta su tiempo. En realidad, todos los movimientos de la historia se prolongan en otros y nuestro tiempo es tan producto de los años sesenta como de la conversión de San Hermenegildo; sólo que los sesenta están más cerca. Pero todos los sesenta. Alguno de mis hijos nacido a finales de los setenta casi no sabe nada del mayo francés pero recita todas las letras de los Beatles, a los que es muy aficionado de modo espontáneo y por decisión personal.

Quien invierte energías en celebrar el 68 reconoce paladinamente que no tiene nada con qué sustituirlo.

(La primera imagen es una foto de Open Democracy, la segunda de Cicilief, bajo licencia de Creative Commons. La tercera es un cartel de mayo del 68).