dissabte, 17 de maig del 2008

La izquierda y la corrupción.

Los dos asuntos que acabaron con el Gobierno socialista de Felipe González en 1996 fueron el terrorismo de Estado (los GAL) y la corrupción. Y no solamente acabaron con el Gobierno, sino que hicieron un daño inmenso al Partido Socialista y, por extensión, a la izquierda en general. Echaron una capa de ludibrio y escoria sobre la memoria de un partido centenario y sobre la conciencia que la izquierda ha tenido siempre de sí misma en punto a rectitud e integridad moral. Es cierto que era la primera vez que la izquierda gobernaba durante tanto tiempo en España y que no se había dado de bruces con el carácter corruptor del poder. De hecho, los escándalos tardaron unos diez años en emerger. Pero acabaron con el Gobierno en cuatro más.

Ahora sólo llevamos un cuatrienio pero ya han empezado a aparecer las sombras. Ese caso del señor David Taguas será todo lo legal que quiera no sé qué comisión gubernativa, pero apesta a tráfico de influencias e información privilegiada. Exactamente igual que el nombramiento de un primo suyo como asesor del Presidente también parece ajustarse a la letra de la ley. A la letra es posible, pero no al espíritu y mucho menos al espíritu de la izquierda. Los presidentes no deben contratar a sus parientes en nada. He leído algún reportaje por ahí que presenta al señor primo del Presidente como una persona íntegra, sin ambiciones personales, con una devoción casi perruna por su pariente presidencial. Todo eso será verdad, pero es el primo del Presidente y éste no debe contratarlo.

Ese oscuro mundo de los "asesores" y "fontaneros" es terreno propicio para todo tipo de trapacerías que, aunque sean legalmente aceptables, deben evitarse a toda costa si, como en los casos mencionados, son éticamente objetables. Es un terreno ambiguo y peligroso por la gran discrecionalidad que hay en él, el terreno en el que se dan casos de los que cabe esperarse lo peor, como el nombramiento del ministro de Industria, señor Sebastián, antiguo integrante de uno de esos equipos de fontaneros, cercanos al Presidente y que ejercen su influencia sobre él.

Sé que algún amigo me afeará lo que considera que es una manía personal con el tal señor Sebatián cuando de personal aquí no hay nada. Hay solamente que el Presidente tendría que haber explicado por qué premia con un ministerio a un hombre que acaba de perder estrepitosamente unas elecciones municipales para las que todo el mundo sabía, empezando por él mismo, que no valía en modo alguno. Esos procedimientos huelen a "soy el Presidente y hago lo que me da la gana; a ti te pongo de candidato a Alcalde aunque no hayas pisado un ayuntamiento en tu vida y, luego, para premiarte por tus buenos oficios de haber tenido un resultado electoral peor que el de cuatro años atrás y por haber dado la espantada, te hago ministro".

Y esos no son procedimientos.

Igual que los famosos "informes" con los que el Gobierno de izquierda de la Generalitat está repartiendo miles de euros entre afines y allegados como si esto fuera una tómbola. Que, al parecer, sea lo que hizo en su día la Generalitat de CiU no resta un ápice a la gravedad de los hechos. Salvo que se pueda demostrar su legalidad y pertinencia y conveniencia, esos pagos por "informes" inexistentes, irrelevantes o simplemente inventados son prácticas inaceptables.

Así que primos del señor Presidente, amigos del señor Presidente, informes de los amigos del tripartito puede que no sean aún corrupción en sentido estricto, pero abocan a ella fatalmente. Es el tipo de manejos que anidan en ambientes de enchufismo, amiguismo y favoritismo de los que este Gobiermo está dando abundantes pruebas. Luego, cuando se quiere poner remedio, suele ser demasiado tarde. El grito a Zapatero en las primeras elecciones era suficientemente claro: "¡No nos falles!" No es contratando primos o haciendo ministros a sus amigos como va a demostrar que no nos falla.

(La imagen es una foto de To2BoRnI, bajo licencia de Creative Commons).