dilluns, 31 de març del 2008

La formación del Gobierno.

Mañana se constituyen formalmente las cámaras salidas de las elecciones del nueve de marzo pasado. Para hoy ya echan humo las quinielas sobre la composición del nuevo Gobierno, aunque únicamente se conocen dos datos bastante ciertos: a) habrá tantas mujeres como hombres y b) no se producirán grandes cambios. Como es lógico. Uno no cambia el caballo con el que gana las carreras. Es cierto que, como decía ayer Soledad Gallego en un artículo de El País sobre La ventaja de hacer política, el Gobierno anterior tenía un "perfil" más técnico y menos político y que la tarea política recaía casi en exclusiva sobre el presidente. Pero es que eso es bastante lógico. La idea de que en un gobierno haya de haber ministros con "peso" o "brillo" o "luz" propios tiene razón de ser en los gabinetes de coalición, pero no en los ejecutivos monopartidistas. Ese mismo Gobierno, además, ya pasó por tal experiencia con el ministerio del señor Bono, que no fue precisamente un acierto en algunos aspectos (sí, desde luego, en otros, como en las investigaciones sobre la sinvergonzada de la contratación el Yak 42) pues cada vez que el señor Bono abría la boca, cosa que hacía con frecuencia, ponía en aprietos al Gobierno del que formaba parte, por ejemplo, en materia de negociación estatutaria. Por eso parece inteligente tener al señor Bono de presidente del Congreso, que es cargo de visibilidad y relevancia, pero no en un ministerio, en donde estorba.

Tan extraña y sorprendente resulta esta aparente inercia de que siga el gabinete anterior, aunque haya algunos cambios formales, que desde los aledaños de La Moncloa se ha filtrado la pintoresca noticia de que se trata de un Gobierno interino, como si tuviera fecha de caducidad, con una vigencia de dos años, hasta que llegue la presidencia española de la UE. Si esa "información" se difunde para tranquilizar a los eternos aspirantes a una poltrona ministerial, es decir, si tiene un valor terapéutico, no hay mucho que decir. Si va en serio, no puede ser más absurda. ¿Qué sentido tiene nombrar un gobierno para la mitad de una legislatura? Los gobiernos están para cumplir los programas electorales y los programas electorales son para toda la legislatura. Luego, los avatares políticos les dan la vida que tengan, en conjunto o por ministerios; pero carece de sentido nombrar un gobierno para mitad de plazo.

Por último, está la cuestión de cuán fácil o difícil haya de tenerlo el nuevo Gobierno tras la investidura del señor Rodríguez Zapatero, incluso de cuán difícil haya de ser la misma investidura, con votación prevista para el próximo nueve de abril. Dice hoy el señor Pérez Royo en un artículo sobre Menos margen de maniobra que el Gobierno lo tendrá más difícil que en la legislatura anterior por una serie de razones. Puede ser. Siempre que se nos haya olvidado lo difícil, realmente difícil que lo tuvo en los cuatro años pasados, enfrentado a una oposición conservadora montaraz, enrocada en no facilitar el juego de las instituciones y haciendo trizas todos los consensos imaginables. En esta legislatura, el PP ha perdido las elecciones por segunda vez y, en la última, precisamente por el tipo de oposición que hizo. Está desnortado, con un dirigente muy cuestionado en sus propias filas y con un guirigay sucesorio evidente aunque oculto. Su capacidad de hacer daño se ha reducido mucho y el Gobierno irá más holgado sobre todo en materia de hipotéticos pactos de Estado, de los que el PP está muy necesitado por sus efectos legitimatorios.

Pero sobre todo, los problemas a que ha de hacer frente el nuevo Gobierno no son tan espinosos como los de la anterior legislatura. En concreto, para bien o para mal, el estatuto de Cataluña está reformado y, también para bien o para mal, no hay perspectiva alguna de negociación con ETA, que reventó estúpidamente de un bombazo toda posibilidad de acuerdo; las aristas del llamado "conflicto vasco" están romas: Batasuna en la cárcel, la izquierda abertzale ilegalizada y el señor Ibarretxe en la inopia con su famoso referéndum del que nadie quiere ya acordarse bajo el brazo. Con los magníficos resultados electorales del PSE el nueve de marzo y unas elecciones autonómicas en el País Vasco para dentro de un año, ahí tampoco se moverá nadie.

Hay, sí, en ciernes, una caída económica, quien sabe si crisis en el ambito de la construcción y hasta alguna amenaza en el conjunto del sector financiero. Pero ese es un terreno hipotético, en buena medida inducido desde el exterior y en el que el margen de maniobra del Gobierno escasamente dependerá de la cantidad de sus escaños, sino de la percepción real de los problemas que tengan los distintos actores políticos y de su grado de responsabilidad.

Da la impresión de que los que tienen angosto el margen de maniobra son los demás, empezando por el PP, que no sabe qué hacer y que está a la espera de lo que diga el presidente del Gobierno incluso para determinar el sentido de su voto en la sesión de investidura y terminando por la persona de la señora Díez, cuya presencia parlamentaria es perfectamente prescindible.


(La imagen es una foto deguillaumepaumier, bajo licencia de Creative Commons).