La intervención in extremis ayer de la Reserva Federal de los EEUU probablemente haya conseguido parar esta última arremetida de la crisis larvada y prolongada de las hipotecas basura. Las bolsas asiáticas seguramente dejarán de perder y mostrarán beneficios y las europeas se estabilizarán.
De momento.
Porque falta saber cómo se portará la de Nueva York ya que ayer terminó en pérdidas moderadas. Todavía faltan muchos datos, algunos de los que vienen no son buenos (Apple, por ejemplo, ha descendido en volumen de beneficios) y, en todo caso, sigue sin saberse qué alcance tenga la crisis de las subprimes y quién esté pillado en ella. La Fed puede bajar los tipos, como lo ha hecho, de modo abrupto y en un periodo entre reuniones del Consejo, lo que no es habitual e indica la urgencia del momento, y con ello alivia la presión sobre empresas y particulares y agiliza el crédito. Pero no puede forzar la transparencia de las especulaciones financieras de los últimos tres años. Éstas irán saliendo poco a poco en los meses venideros, cuando las empresas vayan declarando resultados. O sea, lo que queda por delante son meses de incertidumbre. La idea, lógicamente, es evitar la recesión y habrá que saber si se está consiguiendo o se está consiguiendo lo contrario: acelerarla.
Obsérvese que el comportamiento de los bancos centrales es antagónico: la Fed baja los tipos mientras que el Banco Central Europeo los mantiene altos e incluso habla de subirlos aun más, según como se comporte la inflación; pero en ningún caso bajarlos. Por supuesto la explicación de esta disparidad reside en las peculiares circunstancias estadounidenses en relación con las europeas. Es curioso cómo operan las memorias históricas en las decisiones de hoy: Europa vive asustada por el peligro de la inflación, una obsesión típicamente alemana de los años de 1920 cuando una hiperinflación destruyó el sistema económico capitalista al extremo de que en algunos lugares se abandonó el papel moneda y se pasó a la economía de trueque; los EEUU, en cambio, viven obsesionados por la recesión por la memoria del crash de 1929.
¿Y las gentes del común, cómo vivimos el asunto las gentes del común? Pues como siempre: unos temen más la recensión que la inflación; otros más la inflación que la recensión; otros las dos por igual y otros ninguna de las dos.
En fin, seguiremos atentos al desarrollo del culebrón o del serial, como se llamaban estos capítulos por entregas en la radio en mis tiempos mozos. Al fin y al cabo, da la impresión de que el capitalismo se desarrolla de una crisis a otra. Nadie parece pensar que una de estas sea la definitiva, que dé al traste con el sistema productivo capitalista.