La politización de la función jurisdiccional que ha realizado el PP en esta legislatura ha llevado a situaciones inverosímiles que la ciudadanía contempla con verdadero pasmo. Empezó el asunto cuando un tribunal condenó por detención ilegal a unos policías que habían interrogado a dos presuntos energúmenos que habían intentado agredir al ministro Bono en el curso de una manifestación y eran mlitantes del PP. Aquí salieron a relucir el estalinismo, Beria, la Lubianka, Vichinsky y la GPU, y el PP se sintió sometido a una persecución no sólo ilegal sino directamente criminal. Una sentencia de una instancia superior anuló después esta condena surrealista.
Es el PP asimismo el que tiene bloqueada la renovación del Consejo General del Poder Judicial como todo el mundo sabe pues precisa de una mayoría cualificada del Congreso para darse que es imposible se produzca sin los votos del propio PP. Digo lo de "como todo el mundo sabe" porque, cuando preguntan a alguien del PP, lo habitual es que culpe al Gobierno y eche sobre los hombros de éste (si los gobiernos tienen hombros) la responsabilidad de la parálisis del órgano, generalmente a base de un mero juicio de intenciones.
Ese fenómeno de que se pueda decir lo contrario de lo que muestra la realidad, esa fabulosa capacidad de la derecha para invertir la carga de la prueba, esa indiferencia ante los menores requisitos de veracidad del discurso propio requieren al menos una reflexión paralela porque no es cosa habitual. No tienen otra explicación posible que la dirección del PP cree que la gente se traga lo primero que se le cuenta, que no compara ni analiza, que le basta con que le echen cada día su ración de bazofia doctrinal. De otro modo, ¿puede alguien explicar cómo va ayer el señor Zaplana a la Conferencia del PP que está celebrándose este finde y dice desde la tribuna que defiende la "dignidad de su partido" frente a las mentiras del Gobierno con el Yak-42, el Prestige, Irak y el 11-M.¿Mentiras? ¿Del Gobierno? ¿En el Yak-42, el Prestige, el Irak y el 11-M? Pero éste ¿de qué va? Quien así se expresa en público debe de creer que la gente sólo lo escucha a él, no tiene ojos en la cara y, por lo tanto, no lo vio a él mintiendo como un bellaco en todos y cada uno de los casos citados, en compañía de los señores Aznar, Rajoy, Acebes, Mayor Oreja, Astarloa, Ignacio del Burgo, Aguirre, etc. Porque está bien claro (y quien no lo vea así es una canalla traidor a la Patria, masón, terrorista, islamofascista y etarra) que los cadáveres del Yak-42 se identificaron correctamente, la decisión de alejar el Prestige de las costas fue la más atinada, la de ir a la la guerra en el Irak la más justa y oportuna y el 11-M lo perpetró un primo de Josu Ternera. Y menos viajar y más leer el Arriba, quiero decir El Mundo.
Por último está la complicada maniobra del PP para hacerse con el Tribunal Constitucional o, si no lo consigue, cargárselo, en función de la disyuntiva de la vieja copla, de mía o de la fría tumba. Una prueba más de que para los conservadores españoles la política es una mezcla de griterío en el Parlamento y triquiñuelas de leguleyo entre bambalinas en los procesos jurisdiccionales. Cualquiera que haya seguido los meandros que ha tenido la trifulca del Tribunal Constitucional la habrá visto como una manifestación de Diez negritos, aunque los magistrados sean doce. Empezó de nuevo el PP con una chapucera recusación del magistrado Pérez Tremps, con lo que los magistrados quedaron en once. Siguió el Gobierno recusando a dos de ellos por manifiesta falta de imparcialidad. Y los magistrados bajaron a nueve. Vino por fin la triple recusación del PP, también por falta de imparcialidad en virtud de una noticia que había publicado El Mundo. Y los magistrados quedaban reducidos a seis, la mitad de la composición ordinaria del Tribunal y éste carente de quórum e incapacitado para resolver el problema que se le planteaba. Se acabaron los negritos.
(El grabado es de Albert Anders y representa la disolución de la Cámara de Dresde, luego de la revolución de 1848).