En el ojo mismo de este finde largo, mientras Norman Mailer pasaba a formar parte de los personajes de su primera novela de éxito, Los desnudos y los muertos, dimos un salto al Real Sitio de La Granja de San Ildefonso, así llamado por tratarse de un lugar en el que los monjes jerónimos (cómo no) de Segovia tenían una granja. Aquí se retiró el primer Borbón que reinó en España, Felipe V, quien no se consideró obligado a gobernar sobre el Imperio porque eso ya lo hacían sus familiares en París. Tras doscientos años de los Austrias, comenzaba la época del convulso afrancesamiento rococó. Buena prueba estos jardines del palacio, concebidos al modo de Versalles y de todos los jardines de palacios en Europa, desde Schönbrunn en Viena hasta el Nyphenburger Garten en Munich.
El jardín tiene veintiséis fuentes de muy diversa categoría por lo general con motivos mitológicos propios del siglo XVIII. La fuente de más arriba, el Baño de Diana, parece estar más consagrada a Apolo que era un dios muy querido por el cousin aîné francés, Luis XIV en su condición de "Rey Sol", Febo Apolo. Los jardines son estupendos, aunque ni de lejos llegan a los de Versalles, pero es un placer pasear por ellos en esta época del año en que el follaje teñido de otoño fuego de los árboles, plátanos, castaños, robles, produce una luz dorada que lo baña todo del color de las memorias de la adolescencia, cuando la amarillenta calidez otoñal embalsamaba los ardores del verano.
En la foto se va a Ramoncín sobre un servidor, con los dos amigos residentes en La Granja cuya felicidad se aprecia en su relajado porte.
El conjunto del Real Sitio es muy grato de visitar. Siempre que la corte se asentaba en algún lugar, allí surgían nuevas edificaciones, hoteles, negocios para atender a la muchedumbre que normalmente se desplaza con los reyes, muy numerosa cuando se trata de los Borbones, que adoran la pompa y el boato.