El insoportable señor Chávez, el militar golpista reciclado en presidente populista con amplio apoyo social, faro, guía y luz de una izquierda europea desnortada, cuyo discurso se reduce a jalear las bravuconadas de estos caudillos antinorteamericanos y su retórica hueca, da otra vuelta de tuerca a su indisimulada rabia por lo que considera injusta humillación que le hizo el Rey. No hubo tal, como todo el mundo sabe, sino que el Borbón, perdiendo la paciencia, lo mandó callar porque no dejaba hablar a nadie.
Habiendo terminado el espectáculo que ha dado en la cumbre de la OPEP con un fracaso de sus intenciones, trata de cambiar el tema y saca de nuevo y mantiene vivo su contencioso con el monarca para evitar que alguien ponga en solfa sus ocurrencias cuarteleras, como ese increíble intento de poner en pie una "coalición del no", cual si entre Venezuela y el Irán hubiera algún punto en común distinto del interés que cada uno tiene en valerse del otro para sustentar su posición antinorteamericana. Nada menos que la "caída del imperio estadounidense" prevé este zahorí tropical a quien nadie en su país rechista porque no deja hablar a nadie.
¿Y es posible que las buenas gentes de izquierda que, en un primer momento, dejándose llevar de su generosidad, el afecto a los oprimidos pueblos de América Latina, y un sano republicanismo, reprocharon al Rey su exabrupto y se pusieron del lado de Chávez sigan manteniendo esa posición? Porque que lo hagan los medios subvencionados con generosidad por los petrodólares bolivarianos está dentro de la dura lógica de las cosas, pero no sería tan de recibo que continúen haciéndolo las personas independientes, los espíritus libres a los que no puede escapar que las intenciones de este caudillo no son sino justificar su permanencia ilimitada en el poder mediante una mezcla de adoctrinamiento mediático (del que se encarga él personalmente a través de su progama de TV), farfolla teórica "bolivariana" y del "socialismo del siglo XXI" y baladronadas a cuenta de todo lo que se mueva y no sea de su agrado. ¿Qué no daría este héroe de la revolución porque el Rey o el presidente del Gobierno lo distinguieran con alguna otra referencia directa?
Asegura el gárrulo Presidente que el Gobierno de España le envía recados para hacer alguna declaración conjunta. Espero que no sea verdad. Y, si lo es -la vergüenza caiga sobre vosotros-, que pare de inmediato. Lo único que, a mi modesto entender, debe hacer el Gobierno es no responder a las provocaciones, no tomar una sola iniciativa, armarse de paciencia y esperar. Estos bravucones acaban cansándose.
El Gobierno podría aprender de la famosa anécdota de don Pío Baroja. Cuéntase que, en cierta ocasión, un escritor novel publicó un artículo furibundo contra el ya por entonces célebre novelista vasco. Respondió éste con otro defendiéndose. Como se vio contestado por la celebridad, el joven volvió al ataque con un artículo más duro que el anterior. Esta vez, don Pío se limitó a responder con una frase: "Dios lo ampare hermano, que yo ya lo hice una vez".