Doña Cristina Fernández de Kirchner ha ganado sobrada en la primera vuelta de las presidenciales argentinas. No será necesaria segunda vuelta. Lo previsto se cumplió y la favorita de la opinión se impuso. Es la segunda mujer que alcanza la presidencia en la Argentina y también es ahora la segunda en América del Sur, detrás de la señora Michelle Bachelet, de Chile. Llegará un momento en que la elección sea noticia por sí misma y no porque la electa haya sido mujer.
Da la impresión de que la señora Fernández recoge el voto favorable de una población que se beneficia de la prodigiosa recuperación económica de la República que, de la ruina del corralito ha pasado a tasas de crecimiento del 8,5% del PIB en los últimos años, al amparo de la buena coyuntura internacional, lo que ha permitido al país saldar buena parte de la deuda al tiempo que se ha reducido mucho el paro. Asimismo, la derogación de la ley de punto final y la renovada acción de la justicia sobre los responsables de la dictadura han contribuido a hacer popular el gobierno de Néstor Kirchner.
El Presidente podría haber optado a la reelección que tenía asegurada, pero ha decidido decaer en su derecho en favor de su esposa. Ya se ha apuntado todo tipo de razones malévolas para explicar una decisión tan poco frecuente, desde que el señor Kirchner se retira para fundar un nuevo partido político con el que volver a primera línea hasta que hace discreto mutis para evitarse un escándalo de corrupción que podría estar gestándose. Todo menos suponer que la motivación sea sencilla: un cónyuge deja paso a otro porque están bien avenidos. Cuánto cinismo hay en el mundo que casi nadie piensa en cosas tan elementales.