El señor Anguita ha publicado un libro titulado Corazón Rojo. Digo que lo ha publicado porque está claro que no lo ha escrito. Su nombre figura donde suele estar el del autor, pero el libro, según reconoce el propio señor Anguita (pág. 26), es producto de una serie de conversaciones con el periodista don Rafael Martínez Simancas, quien aparece a cargo de la "edición"; de la "edición" en sentido inglés porque el editor en el sentido español es "La esfera de los libros"; o sea, para entendernos, El Mundo.
La finalidad expresa del libro, según dice el antiguo Secretario General del PCE, es contar su experiencia como paciente de dos infartos con el fin de que sirva a otros para ayudarlos a a sobreponerse a la enfermedad y convencerlos de que pueden hacer una vida normal. Una finalidad loable que merece todos los parabienes, como también los merece el propio señor Anguita, capaz de sobreponerse ejemplarmente a la adversidad.
Ahora bien, como decían los latinos habent sua fata libelli, de forma que los libros que se escribieron con un objetivo acaban teniendo otro u otros similares o distintos, sin que puedan determinarse de antemano. En este caso, lo de menos en Corazón rojo es su carácter de prontuario o breviario para infartados puesto que acaba siendo una especie de memorias y reflexiones de Anguita sobre una serie de asuntos, en especial las comidas (que le interesan mucho), la vida cotidiana y el ejercicio, todo lo cual tiene que ver con los cuidados que los pacientes coronarios deben tener, pero también sobre otra serie de asuntos de política, vida pública, literatura, filosofía de la vida y sobre todo, acerca de él mismo, que es el tema que más interesa al señor Anguita quien se dedica una verdadera cascada de halagos.
El señor Martínez Simancas, me temo, no ha hecho bien su trabajo. Es de suponer que ordenar horas y horas de conversaciones probablemente grabadas no será tarea fácil. Pero si se hubiera esmerado más, no habría tal cantidad de repeticiones, reiteraciones, asuntos inconexos y digresiones sin interés que hacen la lectura bastante tediosa. Pero, sobre todo, quizá hubiera puesto coto a la tendencia del señor Anguita al engolamiento y a hablar de sí mismo sin parar, atribuyéndose las mejores cualidades y haciéndolo con ese vulgarismo tan enfático y difícil de soportar de "soy de los que..." que se encuentra de continuo a lo largo de todo el texto. Por si alguien cree que exagero, ahí va una relación que he compuesto, en la que, además se podrán comprobar los frecuentes anacolutos:
(En positivo)
“Soy de los que piensan que el cuerpo humano tiene una serie de defensas, y no todas están en las vísceras” (p. 29).
“…soy de los que no se conforman con la primera respuesta” (p. 33).
“Soy de los que necesitan tener trabajo por delante…” (p. 70).
“…soy de los que usan siempre la misma ropa si está bien.” (p. 117).
“Soy de los que viajan de forma muy placentera…” (p. 122).
“Yo soy de los que conducen y paran el coche cuando encuentra algo que merece la pena ser visto.” (p. 123).
“Soy de los que comen de todo, pero unas cosas con más frecuencia que otras.” (p. 124).
“Y aunque yo soy de las personas que rehúye los recibimientos masivos…” (p. 160).
“Porque soy de los que ceden cuando les dicen que no va a ir nadie.” (p. 162).
“Soy de los que dan cuando entra alguien pidiendo dinero.” (p. 186).
“Antes era de los que tenían una naturaleza de hierro, ahora no voy a ningún sitio sin las pastillas…” (p. 197).
“Soy de los que piensan que no se puede comer a salto de mata…” (p.212).
“…soy de los que opinan que cuantas menos medicinas mejor…” (p. 270).
“Soy de los que procura tomar las medicinas justas.” (p. 271).
“Soy de los que le sacan todos los sabores al verde.” (p. 272)
“Soy de los que se relaja cuando se sienta ante el volante de un coche…” (p. 272).
“Soy de los que le gustaría vivir el máximo de años posibles…” (p. 294).
En negativo
“Pero no soy una de esas personas que tienen amigos a mansalva…” (p. 137).
“No soy de los que se enfadan cuando lo califican de utópico…” (167).
“…no soy de los que picotean por las barras de los bares hasta completar una deficiente comida, lo encuentro terrible.” (p. 211).
En fin, que el señor Anguita está encantado de haberse conocido y se merece la mejor opinión.
Y cuando abandona el territorio de la subjetividad narcisista para acometer algún juicio sobre asuntos objetivos su punto de vista oscila entre el topicazo y el autoritarismo. Así, "...el que es amigo mío, lo es de verdad." (pág. 137) "Personalmente tengo una cruzada contra esa forma de alimentación (en las hamburgueserías), y en alguna ocasión he llegado a llamar a los padres de mis alumnos para alertarles de dónde comían sus hijos." (pág. 213) "Soy hijo de una época en la que se leía, se asimilaban conceptos y se discutían las ideas para avanzar creando otras nuevas." (pág. 312) Sin duda esto debe de querer decir que ahora no sucede.
Verdaderamente curioso es que el señor Anguita, marxista es de suponer que "científico", valore por encima de todo la utopía y, sobre todo, se declare partidario del esoterismo (págs. 261 y 301). Ciertamente, especifica que no es seguidor de Nostradamus, faltaría más, pero insinúa que hay algo en la construcción de las pirámides de Egipto que aún está por aclarar.
Lo que sin embargo no aclara, aunque esté a su alcance es el asunto de la "pinza" con el señor Aznar contra el PSOE. Insiste en que los datos muestran que la colaboración legislativa entre PSOE y PP en los años de 1993 a 1996 fue más intensa que entre PP e IU (págs. 322-323), pero es que la famosa "pinza" fue una unidad de acción política entre el señor Aznar y él, propiciada por el señor Pedro J. Ramírez y eso ya no hay quien lo levante.