El juez Grande Marlaska quiere que le identifiquen a los pirómanos de las reales efigies seguramente para meterles un puro. El Fiscal Jefe de la Audiencia Nacional pretende empapelar a unos dibujantes de revista humorística por representar a los Príncipes de Asturias en trance de reproducción de la especie y posición poco bien vista por los censores de costumbres. Poseídas de esta furia monárquica, las autoridades tendrán que crear una brigada especial para combatir los "delitos" contra la Corona y sus allegados. Trabajo va a tener porque, dada la naturaleza opinable del delito de injurias y sus imprecisos límites, cada vez tendrá que dilucidar aspectos más y más pintorescos. Por ejemplo, habrá ahora que decidir si el letrero que ayer colgaba de un puente en Bilbao para amenizar la visita del Príncipe Felipe con el texto de Monarkia Kanpora es o no delito. Y no se hable ya de esa moción aprobada por los concejales de Humilladero, Málaga, pidiendo que se implante la IIIª República, de la que, ángeles del Señor, esperan todo género de dichas. Votaron a favor los concejales comunistas y socialistas, la chusma roja vamos; en contra el único concejal del PP. Para implantar la IIIª República, supongo, habrá que desplazar a la Monarquía. No sé si el señor Grande Marlaska que imparte justicia en nombre del Rey debe tolerar que unos cargos institucionales que lo son en virtud de una Constitución sancionada por el Rey pidan formalmente la supresión de la Monarquía. De entrada, esa moción ¿es legal o ilegal? Y si es ilegal, ¿no hay que proceder contra cargos públicos que cometen ilegalidades no como consecuencia de su forma de gobierno sino como su misma forma de gobernar?
Puestos a preguntar, ¿no parece claro que ponerse a perseguir a las gentes que manifiestan su oposición a la Monarquía es la mejor forma de ir alimentando un sentimiento antimonárquico que está creciendo en la opinión pública española?
En realidad, todo esto nos está pasando por holgazanes y abandonados, por no haber hecho las cosas a su debido tiempo. Los historiadores de izquierda suelen lamentar que España no llegara a hacer lo que llaman la "revolución burguesa" que, en su aspecto más colorido y cruento, consiste en cortar la cabeza al Rey. Se perdió, al parecer, esa ocasión histórica que, en Inglaterra (siglo XVII) y Francia (siglo XVIII) ha servido para legitimar después sendos órdenes republicano y monárquico sin que nadie tenga deseos de quemar en efigie rey alguno.