Son la ocho de la tarde del lunes, 13 de agosto. La zona en la que vivo en Pozuelo de Alarcón lleva más de 24 horas sin acceso a la red por una avería de Telefónica. Si llamas y tienes suerte y alguien te atiende después de tomarte el pelo tropecientos minutos en una línea 902 que quiere decir que estás pagando por la tomadura de pelo (cosa que encuentro de más sinvergonzonería que lo que pueda haber hecho "El Solitario"), te dicen que hay una avería en Ciudad Jardín y tratan de mentirte añadiendo que, al ser una avería masiva" (sic), estará arreglada en un par de horas. Cuando les dices que no hubo red el domingo en todo el día, te responden (y es textual, debe de estar grabado) que, claro "los técnicos de telefónica no trabajan en domingo", pero que enseguida estará arreglada. Mentira de nuevo. Todavía no sé si está reparada porque he decidido suspender mi estancia en Madrid, a donde había ido a ver la ópera "El viaje a Reims" (sobre eso mañana) y escuchar al maestro Valery Georgiev interpretando a Tchaikovsky. Alcancé a ver la ópera, sobre la que postearé mañana, pero no lo de Tchaikovsky porque nos hemos tenido que volver al pueblo, al atraso del campo, para conectarnos a la red.
Sobre este asunto de la prepotencia de una compañía avasalladora y sin escrúpulos que todos hemos padecido y que cobra los servicios que no presta, y sobre el estado de las altas tecnologías en la capital de la octava potencia industrial del mundo, unos parrafitos a continuación.
¿Qué hace un bloguero que a las dos de la madrugada del 12 (domingo) al 13 (lunes) de agosto ha perdido la paciencia viendo que no va a tener acceso a la red? Sencillo, ya que vive en Pozuelo, a 12 km de la capital del otrora imperio de las Españas, pilla el coche y se va a Madrid a conectarse en algún Work Center, de los que hay media docena abiertos las 24 horas del día porque Madrid, ya se sabe, tiene cuatro millones de habitantes y es una ciudad supermoderna. Bueno: ni uno abierto. Tenían uno de guardia y el de guardia ¡también estaba cerrado! ¡Ah! Pero habrá algún sitio en el que conectarse, aunque sólo sea para mirar el correo. Porque no es cosa de llamar a un amigo que no viva en Ciudad Jardín a las dos y media de la madrugada para que te deje mirar el email. No, no lo hay. Muy amables, en un hotel cercano a la Puerta del Sol, en donde no me dejaron conectarme si no pillaba una habitación de 132 euríviris la noche, me dijeron que había un locutorio con inet abierto 24 horas al día en Montera número 10. Crúzate la Puerta del Sol a las 2:30 de la madrugada, abriéndote paso entre subsaharianos, antes llamados negros, macarras, borrachos, putas, putos, chinos vendiendo bocatas sobre cajones de cartón, suramericanos armando bulla, indonesios cantando melopeas, grupos de clientes del Joy Eslava o el Palacio Gaviria, porteros de noche, magrebíes (antes llamados moros) en corros, vagabundos, turistas trasnochadores, cacos, españoles en pandilla, más de temer que todos los anteriores juntos y afanosos empleados municipales recogiendo la basura que va soltando tanto pluralismo demográfico, para comprobar que el locutorio de Montera 10 lleva años convertido en una tienda de camisetas y calcetines.
O sea, la capital de la octava potencia mundial no tiene un solo punto público de conexión a internet por la noche. Al ayuntamiento no se le pasa por su improbable cabeza habilitar alguna zona wifi, supongo, porque Telefónica armaría la de Dios es Cristo dado el lucro cesante. Pero a Telefónica tampoco se le ocurre abrir algún centro de emergencia para ofrecer el servicio que no presta en donde estaba obligada a hacerlo cuando hay una avería. Eso sí que sería "atención al cliente" y no las estúpidas encuestas que realizan por teléfono al final de las conversaciones y que, por supuesto, pagas tú por tratarse de un 902.
Y se extrañan de que la gente los llame sinvergüenzas e incompetentes.
En fin, dejo a continuación un post que había hecho ayer y que no pude colgar.