El señor Iñaki Anasagasti se despacha a gusto en su blog contra la familia real española a cuenta del secuestro de El Jueves. Entre otras lindezas habla de "bribones", "vagos", etc y asegura que sus miembros son intocables a diferencia de lo que pasa con la familia real británica ya que, dice, en Gran Bretaña "...la Casa Real lo aguanta todo porque viven en un verdadero sistema democrático." ¿Se entiende la profundidad del pensamiento del senador nacionalista? Lo que hace que un sistema sea verdaderamente democrático no es la disyuntiva República/Monarquía, sino el que se pueda caricaturizar al príncipe heredero montándoselo con la legítima.
Como correoso republicano que soy no tengo nada contra quien critique a los reyes, estos o aquellos (y tampoco lo tendría contra quien criticase al presidente de la República) llamándolos lo que quiera, por ejemplo vagos. Pero, aparte de que no me parece que los senadores del Reino vayan a ganar la medalla del mérito al trabajo, sí me gustaría que, al menos, tuvieran luces. Y no es el caso, como se ve.
Lo que hace a un sistema verdaderamente democrático es que todas sus magistraturas sean electivas y no que se pueda o no poner a alguna de ellas de chupa de dómine.
Los Reyes de España y sus familiares pueden ser vagos o diligentes, pero no han tenido nada que ver con el secuestro de El Jueves de forma que el ilustre senador haría mejor en centrarse en los verdaderos responsables del atropello a la libertad de expresión, especialmente el servicial Fiscal General del Estado, señor Conde Pumpido quien, más papista que el Papa, ha dictaminado que, pues las injurias a la Corona son "delito público", mantiene parte de su acusación, la que implica multa, y retira la otra, la que acarrea prisión. Ya empieza el señor Conde a barruntar que el problema es que aquí no hay delito. No más que en el hecho de que el señor Anasagasti llame vagos a los miembros de la familia real. Pero le llevará su tiempo. No conozco nada más obtuso que un izquierdista ofuscado por el resplandor del poder y empeñado en demostrar que es hombre de orden cortesano. O sea, un servil.