La saga-fuga de la negociación que no fue pero fue pero no fue sigue impertérrita, a punto de conseguir que nadie se la tome en serio. Con la última entrega queda claro que es el Gobierno español el que rompe las negociaciones al no ir más allá en la consideración de unas propuestas que ETA había puesto sobre la mesa. En esta prolija acta de Gara se utiliza mucho la expresión de "poner sobre la mesa" que pretende ser trasparente al tratarse de poner algo a la vista pública pero tiene una connotación autoritaria. De todas formas mantiene una unidad de medida para calibrar cuánto haya cambiado la situación. ETA pone sobre la mesa propuestas; antes ponía muertos.
A la saga-fuga de Gara le queda poco vuelo una vez que el Gobierno dice que es propaganda. Todo el mundo entiende que si el Gobierno puede conseguir que una organización de asesinos deje de matar está obligado a hacerlo. No deberá contestar o, si lo hace, podrá mentir, a las preguntas acerca de qué esté negociando con los asesinos. Esto lo entiende todo el mundo. Pero también puede plantearse de otro modo, que será como lo haga el PP: a ver, ¿por qué el Gobierno negó que estaba negociando cuando se le preguntó en mayo si estaba negociando? Parece claro, porque el Gobierno es gobierno, pero no imbécil.
Las revelaciones de ETA a través de Gara cuya emoción al manejar estas pruebas que son documentos históricos es manifiesta están pensadas para hacer daño al PSOE y a su Gobierno, para ponerlo en un "compromiso", en una "situación apurada". No es el caso, por cuanto el Gobierno no ha adquirido "compromiso" alguno ni ha cedido nada. La exigencia de responsabilidad se planteará ahora no sobre lo que haya cedido sino sobre las propuestas, indagaciones, ofertas, tanteos que haya hecho durante las negociaciones. Pero ahí, ancha es Castilla, que no sé si en Vasconia se entiende.
Repito por enésima vez que la saga-fuga de Gara me parece un lamentable intento de intoxicación similar a la teoría de la conspiración acerca del 11-M. También aquí podría armarse una campaña tan vistosa como el "!Queremos saber!" aplicado a las negociaciones. Un horror.
De mayor interés me parece la manifa de ayer de ANV, que anda al filo de la navaja de la legalidad en Bilbao/Bilbo. Miles de personas en un sábado son muchas personas pero, al mismo tiempo, tampoco tantas. Según de qué se trate. Para hacer ruido mediático son muchas; para determinar el futuro del País Vasco, una insignificancia. Ciertamente, las proclamas políticas de ANV suenan muy razonables y este bloguero las suscribe: actitud pacata del Gobierno, carácter feroz de la derecha española, miedo a la consulta popular genuina; las suscribe si no hay violencia. Si la hay este bloguero no suscribe nada porque nadie tiene derecho a inmiscuirse en un debate de ideas y propuestas a tiros. El argumento de que el rechazo a la violencia debe afectar también a la del Estado es absurdo, dado que vivimos en un Estado cuya violencia es legítima pues sin ella no habría estado ni siquiera convivencia civilizada.
Las cifras están muy claras. La "izquierda abertzale" (no sé si añadir "para entendernos") tiene un apoyo electoral de un 16%. No es una cantidad que permita augurar una decisión colectiva determinada. A la vista del mapa está claro por qué Navarra es la columna vertebral del País Vasco y en torno a ella se libra la última batalla.