Después de haberme solidarizado con el señor Savater, objetivo de seguimiento de los etarras y víctima potencial de cualquiera de esos desalmadxs, resta explicar por qué el artículo en comentario, titulado Los ideólogos del carnaval me pareció injusto; injusto y falaz. Comienza el articulista describiendo el clima de enfrentamiento que hay en España y dice lo siguiente:
"lo realista es admitir que los adversarios contribuyen cada cual por su lado a echar leña al fuego, provocando uno con su exceso la reacción desmesurada del otro y así en lo sucesivo. Acepto este planteamiento, pero quiero señalar en cualquier caso que tiene más clara obligación el Gobierno de ganarse a la oposición que ésta de llevarse bien con el Gobierno".¿Recuerda alguien a los denostados equidistantes en el País Vasco, esos que, se decía, se situaban a igual distancia de la víctima y del victimario? Pues eso es lo que hay aquí, pura equidistancia entre el PP y el PSOE. Ese párrafo es versión culta del "todxs lxs políticxs son iguales", cosa falsa como saben quienes sigan los debates públicos.
La equidistancia, además, se escora a la derecha. Supongamos que, en efecto, sobre el Gobierno cae esa "más clara obligación", que ya es suponer, ¿no es patente que la oposición no está dispuesta a dejarse ganar en ningún caso, salvo en el del que el Gobierno haga lo que ella quiere? Y no lo digo yo; lo dice el señor Oliart, hombre de centro, ministro en los gobiernos de los señores Suárez y Calvo Sotelo, en un magnífico artículo también en El País, publicado el martes pasado con el título Trampas, falacias y pretextos, cuyo párrafo decisivo a este respecto dice:
"A mi juicio, es evidente que el PP no pactará nada con el PSOE ni antes de las elecciones autonómicas y municipales, ni tampoco después, antes de las generales. Al contrario, la crítica permanente del principal partido de la oposición seguirá yendo dirigida a debilitar y desacreditar ante los electores, continuamente y en primerísimo lugar, al presidente del Gobierno, y luego a los demás miembros del Gobierno."O sea, el Gobierno no puede cumplir esa "más clara obligación" que postula el señor Savater, por causa de fuerza mayor, porque haga lo que haga, la oposición "no pactará nada", según el señor Oliart. Si uno está de acuerdo con esto (y no se me alcanza cómo se pueda no estarlo, a la vista de lo que ha pasado en estos tres años), el resto del articulo del señor Savater no se tiene de pie y es injusto.
Por ejemplo, señala el articulista que "ni los más adictos (al Gobierno) mencionan nunca la política antiterrorista entre (sus) grandes logros". Ni los más "equidistantes" mencionan jamás que la oposición haya utilizado desde hace tres años, sistemáticamente (y no por primera vez, como dice algo melodramáticamente el señor Rodríguez Zapatero), la política antiterrorista como arma de ataque al Gobierno". Y, que yo sepa, como arma de ataque preventivo. No hay política antiterrorista del Gobierno porque la oposición la ha torpedeado desde el primer instante. No se ve cómo pueda hablarse bien o mal de lo que no es. Se ha intentado un llamado "proceso de paz" que no ha arrancado. ¿En dónde está la política antiterrorista? ¿En haber intentado un llamado "proceso de paz"? Eso es exactamente lo que dice el PP.
Conste que aplaudo el acierto del señor Savater al decir que el problema no se limita a si matan o no matan, entendiendo que, además, si pueden, matan, sino que el problema es la falta de libertad en el País Vasco, de la que es responsable directo el gobierno vasco, que no garantiza la seguridad física de las personas en su jurisdicción. El responsable es el clima asfixiante del nacionalismo vasco. Le doy la razón en ello, pero me guardo una reserva para cuando se pueda hablar de estos asuntos de forma más distendida. La reserva de que ese clima asfixiante es el que tratan de imponer casi todas las convicciones políticas. Basta considerar qué haría el PP si pudiera con la libertad de expresión a la vista de lo que hace cuando no puede. O lo que hace, pueda o no pueda, que suele poder, la iglesia católica. Admito que no hay punto de comparación, pero advierto de que lo hubo y puede volver a haberlo.