dissabte, 21 d’abril del 2007

Las edades de la vida (VII)

Las edades de la vida determinan la forma en que vemos las edades de la vida. Es un discurso sobre el ser humano que se hace siempre desde la propia experiencia y suele elaborarse desde la edades avanzadas. Son lxs viejxs quienes, rebuscando en su memoria, se preguntan por el sentido de su vida para descubrir que éste, como el agua que se tiene en el cuenco de la mano, se le ha escapado entre los dedos. La reflexión sobre el curso de la vida es el consuelo del/a que ya no tiene mucho que vivir y es fácil de hacer (aunque melancólico) porque basta con echar la vista atrás para ver "la senda que nunca se ha de volver a pisar". La vida joven está entretenida en otros menesteres. Nada de reflexión sobre el sentido de la existencia; ésta se impone con una inmediatez aplastante, que no permite el distanciamiento necesario para aquella. La vita activa, propia de los años mozos, excluye la vita contemplativa, propia de los ancianos.

A veces encontramos casos complejos. El óleo de más arriba, "las tres edades del hombre", pintado por Tiziano hacia 1510-1512, (en la Galería Ellesmere), en donde es palpable la influencia de Giorgone, es un cuadro de temprana juventud del autor. Al margen de los enigmas que la pintura pueda contener (lo mismo que suele decirse de las obras de Giorgone) las figuras se disponen desde la perspectiva de la juventud: la infancia está muy cercana y representada como una edad de inconsciencia, con los niños durmiendo, protegida por un querubín. La protagonista de la escena es la edad de la fuerza de la vida, bajo la forma de dos hermosxs jóvenes en una actitud de erótico descanso, una especie de intermedio en su actividad amorosa pastoril, con la muchacha provista de dos flautas como si de incitar mediante la música a un hombre exhausto se tratara. Sólo al fondo, alejado, se encuentra el anciano, concentrado en la reflexión sobre la muerte, provisto de dos calaveras. Ese viejo dirige luego nuestra vista a un paisaje de fondo con un horizonte que se pierde en el infinito, en el cielo y es la parte alegórica de la historia.

Tiziano volvería sobre el tema muchos más años después, ya en su ancianidad cuando, con casi ochenta años, pintó su famosa "Alegoría de la prudencia", una tela de pequeñas dimensiones (76,2 cm x 68,2 cm) que se encuentra en la National Gallery de Londres. Se representan ella tres cabezas de hombre (a la izquierda, el viejo (probablemente un autorretrato), en el centro el edulto (su hijo) y a la derecha el joven (su sobrino) sobre tres cabezas de animales. Una inscripción latina en la parte superior del cuadro (que aquí apenas se ve, me temo), condensa la reflexión sobre la vida del octogenario genio y dice EX PRAETERITO PRAESENS PRVDENTER AGIT NI FUTUR- ACTIONE DETVRPET (del pretérito aprende el prudente a actuar en el presente de forma que no ponga en peligro el futuro). La concentración en el tema es absoluta. Aquí no hay paisajes, ni horizontes, ni querubines, ni escenas erótico-pastorales, ni casitas en el monte. Nada que pueda distraer la atención del contenido metafísico de la historia. Son las edades de la vida vistas por un viejo.

Los animales son el perro (a la izquierda), el león (en el centro) y el zorro (a la derecha); la correspondencia entre las cabezas de bestias y las de personas se hace en función de las "naturaleza" de tales bestias y las determinaciones del pasado, el presente y el futuro y, al decir de Licia Filingeri, en un artículo sobre "Las tres edades del hombre", en Paleolithic Art, Magazine esta representación de los animales (cada uno de ellos con un significado distinto y obvio) reproduce la imagen de Macrobio en su Saturnalia,(S. XVI) que trae un dibujo de una figura tricéfala envuelta en los anillos de una serpiente y con la misma ditribución de animales: perro, león y zorro, de izquierda a derecha.