Ayer era noticia de portada en los periódicos europeos que la señora Hillary Rodham Clinton se presenta a la nominación demócrata como candidata a la presidencia de los EEUU. El asunto tiene gancho, ciertamente. De salir elegida, sería la primera mujer presidenta de los EEUU y la primera que antes fue primera dama. La señora Clinton anunció anteayer su propósito en un video en su página web, con la declaración de I'm in and I'm in to win, notable confianza en sí misma, optimismo y mucho dominio del ágora contemporánea que es la red. (Merece la pena verla; como es de esperar, la señora tiene tablas, aunque da la impresión de que sobreactúa). Pero los medios que dieron la noticia no anduvieron del todo listos y cayeron víctimas del sensacionalismo. La señora Clinton ha tenido que adelantar sus planes y confirmar su intento de ser presidenta para contrarrestar el efecto que había tenido el hecho de que el senador por Illinois, Barack Obama, también hubiera anunciado su candidatura por el partido demócrata una semana antes. En caso de ser elegido, sería el primer negro que llegara a la presidencia de los EEUU. Sin embargo, el paso dado por el señor Obama no tuvo reflejo en todas las portadas de los periódicos (o yo no lo vi) , como el de la señora Clinton. Prejuicios.
La carrera para la presidencia, todavía en sus meros comienzos se anima con estas dos candiaturas, tan alejadas del modelo prevalente de WASP (White Anglo Saxon and Protestant y...hombre), lo que permite augurar un proceso movido. Además de estxs dos primerxs en anunciarse, en el Partido Demócrata quedan otros cinco que se lo están pensando. De hecho, estxs dos han comenzando poniendo en pie sendos comités exploratorios, de tanteo y han lanzado sus respectivas campañas para pedir fondos. En el campo republicano, las cosas están más verdes.
La señora Clinton tiene gran capacidad recaudatoria por causas evidentes. Ya se le contabilizan más de 14 millones de $. A cambio, padece otros inconvenientes más difíciles de resolver. Por la razón que sea, no despierta entusiasmos. Es curioso que su índice de aceptación sea del 40% cuando el de conocimiento de su persona es del 100%. Además, mueve mucha animadversión. Su temprano y decidido apoyo a la guerra criminal decretada por el señor Bush con la ayuda del señor Blair y el complaciente asentimiento del señor Aznar no le ha granjeado gran popularidad en el Partido Demócrata ni entre sus votantes. El señor Obama tiene un índice de aceptación superior al de la exprimera dama pero, a su vez, se carateriza por un profundo sentido religioso que no acaba de convencerme. Esa manía de los políticos estadounidenses de mezclar a Dios y a la familia en todo me resulta primitiva. En definitiva, cualquiera de ellxs elegidxs presidente sería una novedad que permitiría abrigar algunas (no muchas) esperanzas en un cambio de la agresiva, belicosa e imperial política exterior del señor Bush.