dimecres, 6 de desembre del 2006

LA CONSTITUCIÓN DE 1978.

Pues sí, hoy es el día de la Constitución, aniversario de la de 1978 que ya es la más longeva del atribulado constitucionalismo español después de la de la Restauración de 1876. Han hecho bien en decretar día de fiesta. Como viene justo pegado a la Inmaculada, pues un puente muy guapo que se pilla el personal. Hay quien no aparece por el curro en toda la semana. Y como ya anda todo dios pensando en las Navidades, el mes de diciembre se pasa volando. A la vuelta del puente de la Consti, empezaremos a ver sesudos artículos denunciando el carácter consumista de las Navidades e, incluso, algún cálculo acerca de cómo lo que se tira en la fiesta de Nochevieja del Hilton serviría para alimentar a todos los niños de Zambia durante una semana, o algo así. Son los escribas y fariseos. Ellos no van a hacer algo distinto de lo que critican, pero lo critican. Que no se olvide que por estos pagos se come.

Panem et circenses. Los circenses, la fiesta de la Consti. Dale fiestas a la gente y te querrá. Que es el mayor fallo de esta Constitución, que no despierta el fervor popular. Al haberla hecho un comité de sabios, se la ve como algo lejano. No tanto como aquella otra a la que llamaban "Constitución de los profesores", pero bastante ajena. De ahí los circenses: a ver si le ganamos fervientes partidarios.

A la hora de calibrar la Constitución de 1978 (CE) nos encontramos con dos posiciones extremas enfrentadas. Unxs dicen que la CE fue el fruto de los pactos, acuerdos civilizados a que, después de mucho arrepentirse por su carácter cainita, llegaron los españoles en la transición, cuyo espíritu se corresponde con la imagen de Chaves, Banderillas al quiebro, de 1895. Había que torear al toro de la dictadura, se hizo lo mejor que se pudo (Vd. no sabe, joven, lo que fue luchar contra el franquismo) y lo mejor es no meneallo.

Otrxs, en cambio, sostienen que la transición fue una claudicación, que el prometedor movimiento democrático, izquierdista, más o menos revolucionario que apuntaba a la salida del franquismo, se vendió como Esaú por un plato de lentejas de las carreras políticas y se aceptaron las condiciones de la dictadura, previas a la CE y estipuladas en ésta: no responsabilidad por los crímenes del franquismo, Monarquía, indivisible unidad de España y ejército como columna vertebral de la Patria. Unxs quieren no tocar nada sino actuar considerando la CE subspecie aeternitatis. Mientras que lxs otrxs quieren hacer borrón y cuenta nueva, traer la IIIª República y establecer una especie de libre unión de pueblos ibéricos. Estas posiciones no son conciliables.

Por eso, me atrevo a proponer una nueva: ¿por qué no hacer como en Bolivia y abrir un proceso constituyente? Cuando se dice algo así se arma un griterío: ¿por qué hay que cambiar una Constitución que ha funcionado bien 28 años y que los políticos y el pueblo celebramos con tanto ahínco? Pues porque en algunos casos y contenciosos no ha funcionado tan bien (por ejemplo, en el de la organización territorial del Estado) y en otros ha funcionado pero sobre la base de perpetuar una injusticia (en concreto, el heredero "a título de Rey" impuesto por la hoy derogada Ley Orgánica del Estado de 1967).

Aunque muchos políticos siguen soltando la cantinela de "nuestra joven democracia", la verdad es que 28 años (más de una generación) son bastantes para dar por consolidado un sistema político. Consolidado y capaz por tanto de afrontar su renovación constitucional de modo civilizado. Los dos contenciosos mencionados sólo pueden solucionarse mediante reforma constitucional. ¿Por qué no aprovechar y hacer una profunda, que dure otros veinte y ocho o treinta años?

En el caso de la organización territorial, la Constitución debe abordar el derecho de autodeterminación, a mi parecer reconociéndolo. En el de la Monarquía, hay gente que dice que no es conveniente o preciso suscitar la cuestión hoy día, pues no se percibe como urgente y, además, la monarquía ya fue sancionada por los españoles con el Referendum de la Ley para la Reforma Política. Pero todas estas razones son inválidas. La Monarquía tiene un problema de legitimación en su origen y sólo puede saldarlo sometiéndose a sí misma a referéndum. La legitimación del referéndum de la Ley para la Reforma Política de 1976 fue vergonzante, de matute, se metió a la Monarquía en el paquete de "Democracia" que los españoles querían votar. Es decir, algo distinto del robusto pilar de legitimación popular que debe tener un trono. Mientras ese referéndum no se haga, este Rey será el Rey que puso Franco.

Ya ven Vds. nos dan descanso y empezamos a soñar.