dimarts, 5 de desembre del 2006

Dimes y diretes.

A diferencia de lo que veo que hacen otrxs bloguerxs que escriben con regularidad en otros medios, sobre todo digitales, yo procuro mantener los dos ámbitos separados. Me gusta hablar del InSurGente aquí, pero no reproducir aquí los artículos que publico allí o viceversa. Sin embargo, a veces pasan cosas que obligan a pedir excepción a una norma. Ayer tuve un curioso rifirrafe dialéctico sobre el apasionante tema de yo soy más de izquierdas que tú o tú menos de izquierdas que yo que, como saben lxs lectorxs, es cosa que nos apasiona a las izquierdas. (Pongo el enlace a mi artículo, que, por cierto, aparece ennoblecido por esa magnífica ilustración de Aubrey Beardsley, de las que realizó para The Savoy en 1895. Hay que ver qué buen gusto tienen estxs del InSurGente. Dentro de él se encuentra el enlace al artículo al que contesta, etc). Es más, cuando me da ditirámbica, llego a pensar que ser español/a y ser de izquierdas es todo uno, porque ambas condiciones consisten en plantearse la esencia como una angustia metafísica: "Dios mío, ilumíname, ¿qué es ser español/a (alternativamente, de izquierdas)? Por supuesto, todo el mundo sabe que hay sendos grupos de gentes que no tienen duda alguna acerca de qué sea eso de ser español/a o ser de izquierdas. Para mí, eso son las derechas.

Bueno, vale, admito que era un chiste malo. Pero ¿por qué hay tanta gente en todas partes, en todas las andaduras de la vida, de todos los colores religiosos y políticos, que cree estar en posesión de la verdad? Porque, vamos a ver, lo que fastidia no es que este o aquel grupo religioso, político, filosófico o místico crea estar en posesión de la verdad. Si las opiniones son libres, no digo nada las creencias. Lo fastidioso viene a continuación: que, según muestra la experiencia, cualquier grupo, secta, comunión o agrupación humana del tipo que sea que crea estar en posesión de la verdad, pretende imponérsela a lxs demás a la fuerza y, si lxs demás no se dejan, lxs insultan o lxs desprecian como pobres idiotas, incapaces de acceder a la verdadera verdad.

De verdad, parece mentira.