El señor Blair publicaba ayer un artículo en el periódico inglés de audiencia básicamente negra New Nation, en el que reconoce sentirse "profundamente avergonzado" por la trata de negros, el comercio de esclavos que realizó su país entre los siglos XVI y XIX.
En efecto, es para avergonzarse. En los preparativos del bicentenario de la abolición de la esclavitud en el Imperio británico (1807), si se echa la mirada hacia atrás se siente un escalofrío cuando se piensa en esos millones y millones de seres humanos que, a lo largo de los siglos, fueron secuestrados de su tierra, embarcados como ganado en buques mercantes (barcos negreros) tripulados por civilizados ingleses, franceses, portugueses, españoles, etc, tratados peor que ganado y vendidos al mejor postor al llegar a destino (generalmente las Américas, especialmente la del Norte, donde se los usaba como mano de obra esclava en las plantaciones de algodón, o en Cuba, para el azúcar), como se ve en el cartel de la izquierda, en el que se anuncia venta pública de 250 "magníficos y sanos negros", sin temor a que vengan contagiados de viruela. La época debe de ser mediados del siglo XIX y el lugar, Charlestown, en donde debía de operar la acreditada firma negrera Austin, Laurens & Appleby, cuyos propietarios seguramente fueron devotos cristianos.
Se calcula que fueron unos 12 millones las personas a las que se esclavizó de esta manera. Pero la cantidad exacta no se sabrá jamás. Nada queda de lxs que morían en los trayectos y tampoco estarán bien computados los seres humanos nacidos en esclavitud por ser hijos de esclavxs. Gente nacida esclava. Y, en verdad, la cantidad es lo de menos. Cuando, en la película de Stanley Kramer, Vencedores o vencidos el tribunal de Nurenberg condena a los jueces nazis, el principal de ellos, Emil Jenning (Burt Lancaster) dice a solas al presidente de aquel, Dan Haywood (Spencer Tracy), que jamás supuso que la barbarie nazi llegaría a aquellos extremos de los millones de exterminados. Haywood/Tracy le contesta "Señor Jenning, se llegó a eso el día que Vd. condenó a un hombre sabiendo que era inocente." Quizá sea el momento culminante de la peli. Lo mismo con los negros: uno o un millón es igualmente monstruoso
Supongo que esto es lo que podemos llamar "progreso moral de la especie": hoy nos horrorizamos de lo que hicieron nuestros antepasados y este es un asunto nada fácil de ventilar. El ideal occidental por antonomasia, esto es, el valor supremo del individuo, es negado brutalmente por la esclavitud, una institución corriente en Europa desde sus inicios y ampliada a sector productivo con el advenimiento del capitalismo. Algún día habrá que hablar del vidrioso tema de cómo se compensa a los descendientes de aquella brutalidad y no sólo en relación con los esclavos procedentes del África, sino también con las poblaciones aborígenes por doquier.