Algunos medios, sobre todo "El Mundo" se han lanzado a la tarea de reventar el proceso del 11-M, de deslegitimarlo, tildándolo de juicio farsa y engaño a la ciudadania. No es razonable interferir tan aturdidamente en los procesos judiciales, caldear a la opinión mediante procedimientos que recuerdan la "hazaña" de W. R. Hearst, padre del "periodismo amarillo" . A veces, se oye o lee a comentaristas de la derecha diciendo no que el PSOE se beneficiara electoralmente del 11-M, sino que es responsable de que se produjera. Pasmoso, verdaderamente pasmoso. El país parece "el barco de los locos", interesante imagen medieval, como la del Bosco, con un sector de los medios empeñado en destruir un pilar del Estado de derecho que es la administración de justicia. Y no es necesario recordar que las sospechas lanzadas tan irresponsablemente afectan a los aparatos del Estado gobernado entonces por el PP. Como tampoco que la "garganta profunda" de este Atochagate, Trashorras, no es Amedo, que tampoco era muy allá, pero daba para montar un proceso.
"El Mundo" ha planteado una estrategia en paralelo a la que llevó en el asunto de los GAL. A su vez, en aquellos años, la estrategia estaba calcada de la de Woodward/Bernstein en el caso Watergate. Enésima repetición de la leyenda de David contra Goliat: el bravo periodista que se enfrenta a los gigantescos tentáculos de un Estado/pulpo (el "sistema", del que hablaba don Mario Conde) y, al final, lo vence y la verdad resplandece contra todo pronóstico.
Lo que sucede, sin embargo, es que ninguno de los paralelismos funciona. En el caso del Watergate-GAL, es más difícil de probar porque, habiendo recaído ya decisión de los tribunales, la verdad judicial se usa ahora retrospectivamente para fundamentar las sospechas y acusaciones que, sin embargo, no quedaron irrefutablemente probadas, sino que en gran medida se basaron en convicciones subjetivas de los jueces. Es la ventaja de conseguir una verdad judicial que todos respetamos. Será necesario tiempo y la paciencia de concienzudos historiadores para determinar si la verdad judicial -dictada con plazos perentorios- coincide con la verdad a secas.
El fracaso del paralelismo de ahora, GAL-11/M es más fácil de ver porque, a diferencia del caso de los GAL en donde había indicios racionales, pruebas, implicación efectiva de sectores de los aparatos del Estado (todo lo cual permitía hacer creíble una historia sobre la base de preguntar: ¿cómo no iban a estar enterados los superiores de lo que hacían los subordinados?),ahora no hay nada de eso. No hay más que una fábula rocambolesca mantenida armando bulla todos los días en la prensa, en la radio y en el Parlamento.
Así que gracias a Radiocable ya tenemos la mejor respuesta a esa fatigosa cuanto delirante cábala. Supongo que habrá quien se rasgue las vestiduras en nombre de las víctimas. Sorprendente cuánta gente habla en nombre de las víctimas. Pero será muy difícil tomar en serio los escrúpulos de quienes han sido capaces de decirles (u oír decirles sin rechistar) a los familiares de aquellas que se las metieran "por el culo". Pongo el enlace a tan edificante comportamiento de El Mundo para que no se me acuse de lacayo de Polanco.
Nada, nada, a pinchar en la cinta (es decir, en Radiocable) y a disfrutar, que son dos días.