Lo que el Papa mira con tanta atención es el rostro de Cristo, el que se ve a la derecha, en mejor reproducción que la de la revista. La importancia de la visita reside en el hecho de que, según tradición consagrada, la verdadera Santa Faz se conserva en Roma, cuando ya aparece mencionada en 1300 como uno de los Mirabilia urbis, especie de guía de peregrinos. Está en el vaticano, en una de las cuatro columnas que sostienen la cúpula de San Pedro, precisamente llamada "columna de la Verónica" y se muestra desde lejos a los fieles una vez al año. Según leo en Der Spiegel, que sigue mucho las actividades del alemán Ratzinger, investigaciones recientes del jesuita Heinrich Pfeiffer, entre otros, quieren probar que la reliquia fue sustraida de Roma y llevada a Manoppello a comienzos del siglo XVI. Por cierto, si alguien lo mira que pinche sobre el enlace donde se ve a Benedicto XVI con el señor Rodríguez Zapatero bajo el curioso título de "El Papa de la familia en tierra hostil".
No obstante, esto es cosa baladí, aunque plantee el problema de qué sea lo que exhiben en el Vaticano como si fuera el famoso lienzo. La importancia del asunto reside en que, a poco de iniciar su pontificado, Benedicto XVI dé forma a una idea filosófico-teológica suya, la de que hay que buscar el rostro de Dios. El cristianismo, a diferencia del judaísmo y el islamismo tiene una abundante iconografía divina. Pero como nunca nadie ha visto el rostro de Dios (excepto Moisés, y no es seguro), sus interpretaciones sólo podían ser figuradas, alegóricas. En verdad, el hombre más retratado del arte occidental carecía de rostro.
Cosa lógica en la tradición protestante, especialmente luterana que sostiene que el "Dios escondido" de Nicolás de Cusa es el "Dios revelado" y que éste no es accesible al hombre por la filosofía o la razón, sino a través de la experiencia interna. Por lo tanto no por los sentidos, no por la vista. Dios no tiene rostro y, según Lutero, el culto a la vera icon es un engaño más de Roma. En el Antiguo Testamento no hay una sola descripción de Dios (al contrario, expresamente se dice que éste no puede mostrarse a los mortales) y tampoco de Cristo en el Nuevo. Lo que coincide con la tradición mitológica griega: Zeus no puede manifestarse en todo su esplendor ante las criaturas, ni siquiera sus amantes, porque mueren, como prueba el mito de Sémele. Corona la fiesta Hans Küng diciendo que, dadas las limitaciones humanas, ni siquiera en la Gloria llegará el hombre a "ver" a "comprender" por entero a Dios
Pero ¿qué sucede si es el propio Dios, Cristo, quien manifiesta su faz de milagroso modo? ¿No coincide este Dios visible con el "Dios revelado" de Lutero? De forma que, si el Papa acepta la teoría del padre Pfeiffer, Dios tendrá rostro: el que se ve más arriba.
La reproducción de la Santa Faz en los lienzos de la Verónica ha sido un motivo frecuente de la iconografía cristiana primero y católica posteriormente. Conozco algunas anónimas y bastantes otras de artistas de todas categorías y tiempos (Greco, Memling, Durero, Kokoschka, etc) pues se trata de una tentación muy difícil de resistir para la vanidad de los creadores: la de reproducir la efigie de Dios según él mismo la había hecho. La interpretación de la izquierda es una de las varias que pintó Zurbarán, que está en el Museo de Bellas Artes de Bilbao. El pintor extremeño era muy aficionado al tema porque, como se ve, le permitía ejercicios de virtuosismo con el drapeado del lienzo que es un trampantojo, recurso típico de la pintura flamenca y la española del barroco. Zurbarán pintó aproximadamente una docena de lienzos de la Verónica a lo largo de su vida y fue también cambiando su interpretación del rostro de Dios, desde el de trazo fuerte y dibujo claro hasta estos otros más desvaídos de su edad provecta. Es decir, en cierto modo, fue autorretratándose en Dios.
Aparte del virtuosismo y del valor simbólico de las diferentes interpretaciones de la vera icon como luz de la nave de la Iglesia, esa imagen que, por las circunstancias en que supuestamente se plasmó, es la del Cristo sufriente, reproduce la del ser humano. Benedicto ha encontrado lo que buscaba: el rostro de Dios es el del ser humano.
Vaya.