La foto de la derecha, que tomo del InSurGente, muestra que los ofendidos islamistas no se dan por contentos con las lamentaciones del Papa. Ya lo barruntaba yo: Ratzinger es un frío y orgulloso intelectual que no dará su brazo a torcer. Me parece, asimismo, que los muslimes pretenden verlo besando el polvo, humillándose. Pues si Benedicto XVI quiere responder con el Evangelio por delante lo tiene crudo porque deberá humillarse, ya que "los que se humillan serán ensalzados" (Luc., 14, 11). Las enseñanzas de Cristo son arduas, por eso son divinas. No parece haber humillación, sino recordatorio de que, además de divina, la Iglesia es una institución del siglo, por lo que debe protegerse contra las posibles acciones terroristas, pues ya se han proferido amenazas. A los efectos, San Pedro en Roma bien vale unas Torres Gemelas. Lo sarcástico es que este conflicto parece encajar como un guante a dos religiones, una de las cuales cree que matar por la causa es santo, y la otra que por la causa lo santo es morir, aunque en el pasado haya actuado de otra forma. Ambas lo tienen fácil para ganar la santidad, basta con que colaboren entre sí.
El distinguido intelectual ha regalado un casus belli a los mahometanos. Cierto, los hijos de Alá suelen encontrarlos hasta en el cuscús, pero podíamos habernos ahorrado éste si el Papa hubiera sido más prudente. Porque ahora ya andan metidos los dioses en esta guerra, perdón, alianza de civilizaciones. La melancolía asoma la oreja: ¿alguna vez no lo estuvieron? En Troya, medio Olimpo luchó contra el otro medio. De entonces a hoy, los dioses no se han perdido ni una guerra. Sobre todo cuando se convirtieron en uno solo, como dicen los billetes de dólar, E Pluribus Unum, del Gran Sello de los EEUU, razón por la que los dólares "confían en Dios", no en los dioses. Y ya se sabe que allá van guerras do quieren dólares.
Dejarse arrastrar al conflicto del siglo ha sido grandiosa falta de tacto, propia del intelectual en su torre de marfil. Quizá debiera el Papa ir pensando en dimitir, como ya se dijo que podría hacer Juan Pablo II en 2000. Por entonces se argumentó en contra de la dimisión que la Iglesia es una institución divina guiada por el Espíritu Santo, y no una compañía multinacional del siglo como la Coca-Cola. Es cómodo esto de ser una institución de este mundo y del otro; y ser lo otro o lo uno, según convenga. Por eso es la Iglesia institución bimilenaria, sabia y diplomática...hasta la llegada de Benedicto XVI. A ver si también van a ir los curas imbedded en las diversas tropas que andan "liberando", "democratizando" y ahora "pacificando" países islámicos.
Los medios en España, a partir el otro.
El cartel de la izquierda, una portada de Puck, que he sacado de Wikipedia, suscribiendo su declaración de fair use, retrata muy bien los peligros, los malos espíritus (se supone que también los habría buenos) de la prensa de la época. Y de todas las épocas. Obsérvese que el primer genio maligno se llama "noticias criminales". ¿Qué será una noticia criminal? Por ejemplo, ¿publicar un (presunto/presunto) falso testimonio en mitad de un proceso judicial con intención de alterar el curso de la justicia? Porque lo de Trashorras parece algo así. Y de "periodismo personal" (segundo diablejo) sabemos aquí un rato.
En fin, eso es lo de menos. Lo de más es el monumental follón político partidista y mediático que hay montado en el país. En la derecha, porque la izquierda sestea tranquila mientras los conservadores -políticos y periodistas- andan a dentelladas cruzadas. La derecha española ha sido siempre bastante cainita, pero esta reyerta generalizada, en la que empieza a sonar aquel dictum del viejo político de la transición de "yo ya no sé si soy de los míos" estaba inédita desde los tiempos de la UCD y, con esta virulencia, desde los de Bertrand DuGesclin.
Y esto, además, en un curioso batiburrillo profesional que casi parece lo que los franquistas llamaban con deleite "contubernio": hay políticos que son periodistas, columnistas que son políticos, las "revelaciones" de los medios se convierten en interpelaciones parlamentarias, los partidos montan TVs o se convirten en productores de videos y audiviosuales y todos andan en extraños cambalaches de licencias, accionariados, titularidades y fusiones. Además, blanden encuestas, como el que blande la cohetería, se intercambian querellas criminales y lo más suave que se llaman es "mastuerzo". Da gusto.
Alguien calcula que crispando y agrediendo se puede conseguir atemorizar a unos y hastiar a otros hasta ganar las elecciones. Pero es un cálculo erróneo. Por muchos que sean los atemorizados y los hastiados, las personas que están dispuestas a actuar de esta forma son una reducida minoría. Vociferan, agreden, insultan y embarullan cuanto pueden, pero son una minoría que jamás ganará elecciones. Antes, ganaban los golpes de Estado. Pero estos están descatalogados. Como debieran estar quienes aspiren a ellos.